martes, 8 de enero de 2008

Capítulo III.2 BARCELONA

A la seis tocamos el timbre de la oficina y Darko baja a abrirnos. Nos conocíamos por fotos enviadas a través de Internet.

–¿Darko? ¡Un beso primo!

–¡Hola Maribel!

–Te presento a Patrick y a mi hijo Camille.

–Encantado, ¿qué tal?, si desean seguirme subamos a mi oficina.

Los tres seguimos a Darko a su entresuelo. Entramos. Darko nos invita a tomar asiento. El ámbito nos es familiar a Patrick y a mí: computadoras, papeles, mesas de trabajo. Está solo, Marcelo no está, Angels no ha llegado. Tal como me lo temía Darko no habla. Si Patrick no estuviese allí, yo estaría menos cohibida. Le hablaría de nuestros intercambios, me las arreglaría de alguna manera para comunicar. Con Patrick y Camille allí no puedo, yo también estoy muda, lo único que se escucha es el ruido de los computadoras y el de un ventilador que intenta, en vano, refrescar el ambiente, hacerlo más liviano. Darko no dice nada, no se le ocurre ofrecernos ni un vaso de agua. Por suerte que ya nos relajamos en el café. La situación es aún peor que lo que me temía ¿Qué hago? La verdad es que aunque no tengo absolutamente ningún deseo de hablar de proyectos de ingeniería, ni de informática, ni de matemáticas se me ocurre que si le pregunto por el trabajo tal vez logre hacerlo hablar y además interesar a Patrick. (Con Patrick el tema del trabajo no falla nunca.) La situación me parece muy absurda, pero el silencio es realmente insoportable:

–Darko, creo haberte contado que Patrick es matemático y que se interesa mucho en las aplicaciones prácticas. Tal vez podrías contarle en qué proyectos trabajas...

¡Uf!, Darko habla un poco de uno de sus proyectos de ingeniería, Patrick hace algunas preguntas, el tiempo pasa. Camille se aburre, se impacienta, desea partir solo, irse a caminar.

Debemos esperar la improbable venida de Marcelo que no llegará, la llegada de Ana, la llegada de su esposa Angels que felizmente llega como a las siete y media. La llegada de Angels alivia la tensión, su presencia tiene un efecto parecido al de un rayo de sol que llega cuando ya nadie lo espera. Angels es sonriente, habla con una voz suave y agradable, fácilmente. Camille obtiene la autorización para partir solo. Le damos cita a las nueve en la Plaza Villa de Madrid, donde Darko ha dado cita a una prima suya, Gaviota, que debe cenar con nosotros.

Nos quedamos en la oficina para esperar la llegada o un llamado de su hermana. Ana está de vacaciones en Banyoles, a unos sesenta kilómetros al norte de Barcelona, en casa de su amiga Irene. Darko llama a casa de Irene quién dice que Ana no se siente bien, que no llegará esta noche, que no puede venir ni al teléfono. Como Banyoles queda entre la Barcelona y la frontera con Francia sugiero que sería fácil pasar a verla. Le digo a Darko, que pida a Irene, que diga a Ana que, si lo desea, podríamos pasar a verla al día siguiente. Irene dice que Ana está de acuerdo...

A las ocho y media dejamos la oficina y partimos camino a la Plaza Villa de Madrid. En el camino converso con Angels, es encantadora. Es profesora de niños pequeños con dificultad en el habla. (No resisto a la tentación de pensar que no sólo a algunos niños les sucede tener dificultades con el habla y que no es un azar que Angels sea la compañera de Darko...). Darko y Patrick caminan, no sé si cruzan alguna palabra. Después de andar una media hora llegamos al lugar de la cita. Camille nos espera, pero la prima de Darko no ha llegado. Gaviota vive en Francia, es sicóloga y está de paso en España. Darko me ha hablado de ella en sus cartas, parece tener gran estima por ella. Gaviota se interesa además en la astrología y ha hecho el horóscopo de Darko, horóscopo que Darko me envió por correo electrónico. Es extraño que Darko, siendo ingeniero, aparentemente bastante frío y racional, me haya enviado este horóscopo como algo importante.

Esperamos otra media hora. Por fin Darko se decide a ir a una cabina telefónica a llamarla. Gaviota había tratado de prevenirlo que no vendría, pero el teléfono celular de Darko estaba apagado. A las nueve y media estamos cansados de caminar, cansados de esperar y muertos de hambre. Pensábamos cenar afuera, pero todo está repleto, habría que esperar largo tiempo parados en la calle. Le ruego a Angels que busque un lugar tranquilo, lejos del bullicio, donde se pueda cenar bien, donde se pueda conversar, que nosotros los invitamos, que elija lo mejor que conozca.

Angels, que lleva bien su nombre, nos encuentra el lugar perfecto que necesitamos. Es el restaurante de un hotel, un lugar muy agradable y muy tranquilo. Nos dejamos caer en nuestras respectivas sillas, aliviados por fin de poder descansar. Me siento frente a Darko, Patrick a mi lado izquierdo frente a Angels y Camille al otro lado de Patrick. Un mozo nos trae el menú que, como siempre en Barcelona, está escrito en catalán y en castellano. Darko, que está completamente integrado, utiliza ambos idiomas indistintamente. El primer viaje que hicimos a España fue justamente a Barcelona y yo estuve sorprendida y desorientada al descubrir que la lengua principal allí era el catalán. Muchos nombres de calles y muchos letreros están escritos sólo en catalán. Barcelona es la capital de la Cataluña y los dos idiomas conviven casi a partes iguales, el idioma regional representa un fuerte signo de identidad.

Con una buena sangría y con la sed que llevamos, la tensión desaparece como por encanto. Ya era tiempo. Patrick y Camille se ven felices. Bromeamos, nos divertimos de verdad. Vaya, Darko sabe reír y le va muy bien.

–Espero que algún día vendrán a Grenoble, dice Patrick. Estoy seguro, Darko, que Angels estará feliz si la llevas a visitar los Alpes. Tenemos un chalet en la montaña en un lugar muy hermoso.

La idea de venir seduce a Angels.

–Muy agradecido, dice Darko, por el momento será muy difícil porque tengo muchísmo trabajo por delante, pero en un futuro podría ser.

El buen ambiente me anima a sacar mi máquina fotográfica y a atreverme a sacar fotos muy de cerca de Darko y de Angels. Camille nos toma una foto a todos juntos.

La cena se termina en excelentes condiciones. Para mí, el día entero ha sido una prueba muy difícil y estoy literalmente agotada. Por suerte todo ha resultado muy bien y todos parecen felices ¡me parece extraordinario! Regresamos caminando hacia el hotel, haciendo parte del camino con ellos. Quedamos en que al día siguiente debemos estar a las diez de la mañana en su oficina. Que tal vez conoceremos a su hermano Marcelo, a su madre Maika, a su prima Gaviota.

–¡Que descansen bien!, nos dicen Angels y Darko.

–¡Muchas gracias! ¡Hasta mañana! –nos despedimos.

Al llegar a la calle del hotel Patrick se da cuenta que han tratado de forzar la puerta de nuestro Peugeot 405, pero por suerte no nos han robado nada. La noche, en el hotel, es muy calurosa. La ventana da hacia la calle Gracia, que tiene mucho ruido, y hay que elegir entre el ruido y un calor agobiante. Elegimos el ruido. Patrick duerme pésimo y se levanta varias veces a observar si alguien se acerca a nuestro auto que se ve desde la ventana de nuestra pieza. Creo que no duermo ni un minuto durante toda la noche. ¡Qué calor! No puedo dejar de pensar en lo que está pasando.

El lunes me levanto sumamente cansada. A la diez llegamos a la oficina de Darko. Patrick dice que se quedará en el auto con Camille, que me deja media hora para despedirme. En la oficina me espera todo el mundo salvo Marcelo. Está Angels, está Maika, la madre de Darko. Sé muy poco de Maika. Me imagino que su divorcio con Boris fue muy doloroso y que por ello cambió de continente cortando todos los lazos. Yo pensaba que la presencia de una persona de la familia de su ex esposo podría haber sido desagradable para ella. Al contrario. Maika se ve feliz de verme, se acuerda de mi madre y me pregunta cómo está. Se ve tan contenta que me animo a conversar con ella.

–Supongo que Darko le ha contado esta historia extraordinaria que nos sucede, le digo.

–¿Qué historia?

Maika sabía que yo venía a Barcelona, pero visiblemente Darko le ha contado lo mínimo indispensable. Con Angels la cosa había sido parecida. A mis amigos en Francia les he contado mis emociones con detalle. Me parece increíble el silencio de mi primo. ¿Por qué? ¡No puedo entenderlo!

Le hago en diez minutos un rápido resumen de la historia. También llega Gaviota, la saludo, pero no converso con ella. Después llega Nivia, la hija del segundo matrimonio de Maika. Pasa el tiempo, Patrick y Camille me esperan. Darko y Angels bajan a saludar a Patrick, debo rogar a Patrick que nos tome un par de fotos con mi primo, después de todo este viaje fue por este encuentro. La verdad es que no hemos hablado casi nada, pero igual nos despedimos con mucha emoción.

Al partir me quedo con una sensación confusa entre alegría y malestar. Todo ha sido muy extraño. Darko ha hablado poquísimo. A pesar de ello, sé que para él fue un momento importante. Sentí que estaba feliz de nuestra visita, también yo me siento feliz, siento como si una parte de mi misión estuviera cumplida.

Bajo el calor agobiante de mediodía, tomamos rumbo a Girona y Banyoles. El camino a Banyoles es corto, pero se me hace larguísimo; estoy muy cansada y muy confusa, no soy capaz de pronunciar ni una palabra. Patrick y Camille se dan cuenta y con gran gentileza respetan mi silencio. En uno de sus mails, Darko me hizo un comentario en un tono de reproche hacia su hermana, porque ha enviado muchas cartas a su padre, cartas a las que este último nunca ha contestado. Para Darko es absurdo desear comunicarse con un padre que aparentemente no quiere saber nada de sus hijos. A pesar de eso, Darko desea que yo vea a Ana, se nota que lo desea de verdad. Por mi parte, aunque sienta curiosidad de conocerla, al mismo tiempo me digo que es absurdo desviarse con ese calor, que ella no quiso venir la noche anterior y que entonces no hay razón para que yo vaya hacia ella. Es una familia muy extraña, me lo dijo mi madre, nadie me obligó a meterme en esto, pero ya no puedo echarme atrás, Ana debe estar esperándome.

Al cabo de un momento llegamos por fin al hermoso lugar donde nos ha dado cita, el bar “La Carpa” con vista a un lago. Me siento pésimo, creo que por segunda vez en mi vida tengo una jaqueca, como esas que tiran a la cama a mis hermanas por días enteros. Desearía estar en mi casa y olvidar todo esto.

Después de estar quince minutos sentadas, en mesas casi vecinas, por fin nos reconocemos.

–¿Ana?

–¿Maribel?

Nos abrazamos, se le llenan los ojos de lágrimas. Patrick y Camille se van a caminar dejándonos solas.

–Perdona que no haya venido a Barcelona. Ayer Darko fue muy duro conmigo en el teléfono y he pasado el día llorando. Me daba vergüenza que me veas en ese estado. Tampoco quería hablarte por el teléfono con la voz quebrada. Estoy feliz de que hayas venido.

Yo había visto una foto suya en la pantalla de mi computadora. Su rostro me había encantado, emanaba de él algo muy particular que me llega de manera aún más fuerte ahora que estoy junto a ella. Me parece fantástico estar en este minuto a su lado y todas mis reticencias se desvanecen en un instante. Además Ana es encantadora y comunicativa por todo lo callado que es Darko y, con Patrick y Camille lejos, me siento completamente libre.

–Dime Ana, supongo que Darko te ha contado todo sobre la manera como lo encontré, que te ha contado de nuestras investigaciones sobre Elías, de sus intercambios con Claudette. Que te ha mostrado todos los documentos.

–No, no me ha contado casi nada. Me mostró la foto de los bisabuelos, me contó que tu venías y me dijo que sería bueno que te viera.

Poco a poco me voy dando cuenta con gran asombro que Darko le ha ocultado casi todo lo que ha descubierto a través de mí. Me cuesta entenderlo. Por eso Darko quería que yo viese a Ana, para que le cuente yo. Lo mismo fue con su madre y con Angels, ¿por qué? Que haya callado con su madre lo entiendo. Maika calló a sus hijos todo lo que tenía que ver con la familia paterna. Al divorciarse quemó las fotos y dio vuelta la página, se fue lejos y para ella se terminó. A pesar de eso, Maika mostró que estaba feliz de verme, como agradeciendo que yo diga lo que ella calló. Tengo la impresión de que todos esperaban que la palabra perdida hace veinticinco años volviera a la familia y que Ana lo necesita más que ningún otro.

–Ana, si deseas dame un papel y te dibujaré el árbol que viene de Elías, y con el dibujo trataré de contarte en una hora lo que nos ha tomado meses con Darko comprender.

No vemos el tiempo pasar. He olvidado la jaqueca y el calor. Ana es como una esponja que absorbe cada palabra, cada nombre, cada historia. Su emoción es grande. La mía también, aunque de manera diferente. Yo vivo esta historia como alguien que la observa, con mucha atención, pero desde fuera. En cambio, ella está en pleno centro de la trama. Le cuento que estoy planificando ir a Punta Arenas en diciembre. Que su prima Claudette, que vive en Santiago, vendrá conmigo, que Darko se quedará en Barcelona. Le sugiero la idea de venir con nosotras.

–No te digo que sí, pero tampoco que no. Me lo dice y me mira.

Y veo en sus ojos que comienza a soñar. Ana está entrando en esta historia, ¿vendrá? Qué emoción en pensar en su encuentro con Claudette. ¿Quién sabe si logrará conocer a su medio hermano Pedro?

Ana me cuenta de la vez que habló con Pedro por teléfono y que le dijo que era su hermana, que tenía una hermana. Como él la tomó por una loca, o pensó que era una broma y le colgó. Me cuenta de las cartas a su padre sin respuesta. De las fotos y videos que ella le ha enviado. De su soledad. Tiene cuarenta años. No ve a su padre desde los catorce y no logra entender lo que pasa. Ha sufrido muchísimo, pero ha crecido. Ahora tiene la fuerza de enfrentar las dificultades y de luchar por recuperar lo que ha perdido. Ella no pierde la esperanza de reencontrar algún día a su padre.

–Maribel, antes yo era como Marcelo y Darko. No sabía expresar mis emociones. No sabía comunicar. Aprendí a hacerlo porque mi marido me lo enseñó. Se enfadaba conmigo porque yo no hablaba. Él venía de una familia numerosa. Hacían fiestas todos juntos. Yo me quedaba callada. Cuando logré expresarme fue tan fantástico que me liberé. Ahora sé decir y gritar lo que siento, mis hermanos no. No te puedes imaginar lo que es tener dos hermanos con los que no puedes hablar y una madre de un carácter fuerte que usaba como método el castigo del silencio. Cuando se enfadaba pasaban días enteros en los que ella no nos hablaba. Me liberé tanto que ya no fui la misma y entonces me separé de mi marido. Tengo un hijo suyo de diez años que se llama Víctor y que me llena la vida de alegría.

–Se me ocurre que Darko no ha tenido hijos por toda esta situación de la familia, ¿qué piensas?

–Sí, todo esto es muy triste. Marcelo y Darko no tienen hijos, pero es peor. No desean saber nada de niños y no desean saber nada de mi propio hijo, sufro mucho por ello. Menos mal que Gaviota trata de ayudarnos.

Ana me dice que Gaviota se interesa en la sicología transgeneracional, o algo por el estilo. Pienso que Gaviota sigue una pista excelente. Gaviota aún no sabe de la fuga y del naufragio de Elías, de la ceguera de José, de la muerte de Carlos José. Puros abandonos. La historia de Darko, Ana, Marcelo, Pedro y el padre me parece muy complicada, pero yo estoy llena de esperanza. La luz que está llegando a estos personajes a través de la amistad y sabiduría de Gaviota y de la memoria que les llega a través de mí podría llevarlos algún día a un reencuentro. En el caso contrario nada de esto tendría sentido. Dios mío ¡cuánto lo necesita Ana y cuántos deseos tengo de ayudarla!

Patrick regresa de su paseo, es hora de separarme de Ana. Nos despedimos con mucha emoción.

En ese momento no sabíamos, que un mes más tarde, una embarcación de turistas franceses de tercera edad se hundiría en el lugar mismo que fuera el cuadro de nuestra conversación con Ana. Se hundiría allí mismo como para recordar que la muerte puede llegar así, de manera completamente inesperada, congelando los silencios y los conflictos para siempre. Aún es tiempo de reunir lo separado, de romper los silencios. Las cosas hay que hacerlas cuando están aún a nuestro alcance. Nunca sabemos cuánto tiempo se quedarán donde están.

En el trayecto de noventa minutos hacia Port la Nouvelle me quedo en silencio. Trato de pensar en lo acabo de vivir. Me cuesta mucho. Dejaré decantar un poco, veré después. De verdad me encantaría saber lo que piensa Gaviota de todo esto. No nos conocemos, a penas nos vimos en la oficina de Darko, pero estoy segura de que nos entenderíamos bien. Me gustaría verla, intercambiar nuestras impresiones, pero ¿cómo hacerlo? No tengo su dirección y jamás hemos cruzado una palabra.

El día de mis siete años nos subimos a un avión y dejamos Punta Arenas para irnos a vivir a Iquique.

Iquique queda 3.700 Km. al norte de Punta Arenas y a 330 Km. al sur de la frontera con el Perú. Es un pequeño puerto que, en 1957, contaba con unos cincuenta mil habitantes. La ciudad está situada entre las faldas de la Cordillera de la Costa y el Océano Pacífico, en una franja de terreno muy estrecha, de algo así como cinco kilómetros en su parte mas ancha. Alejándose de Iquique, por el borde del mar hacia el norte o hacia el sur, este espacio es aún mas reducido. Si se toma el camino que sube por la Cordillera de la Costa se llega a la planicie de la Pampa del Tamarugal, a unos mil metros de altura. En la pampa hay aguas subterráneas gracias a las cuales crecen algunos tamarugos y sobreviven algunos pueblos. Mirando desde la pampa hacia el este, se percibe a lo lejos la Cordillera de los Andes, que en esa zona culmina a unos seis mil metros. Antes de las cimas está el rico altiplano. Al sur de la Pampa del Tamarugal se encuentra el maravilloso Desierto de Atacama, con sus paisajes lunares de piedras que no han sido movidas desde hace millones de años, y donde, un observador atento y sabio, reconoce a los meteoritos caídos. Las riquezas minerales de la pampa y del desierto son inmensas, el salitre y el cobre son los mejores ejemplos.

Las provincias del norte actual de Chile pertenecían en el siglo XIX a Perú y Bolivia. En 1879 hubo una guerra terrible, conocida como la Guerra del Pacífico, que enfrentó a los tres países. Esta guerra había tenido su origen en la lucha por dominar la zona salitrera, que estaba siendo desarrollada por capitalistas chilenos. Uno de los libros de Claude Michelet, Pour un arpent de terre, tiene como tela de fondo esa guerra. Aprendí gracias a ese libro, y de manera muy amena, muchas cosas que ignoraba. Leí con espanto, que en esa época, en América del Sur, las guerras no tenían nada que envidiarle a las guerras en Europa. Que fue una guerra terrible. En esa guerra, Chile salió victorioso y ganó a Perú y Bolivia buena parte de su Norte Grande (eso sí que lo sabía). Iquique era antes una ciudad peruana y aún hoy en día sus avenidas más importantes conservan hermosas casas con arquitectura peruana. Entre fines del siglo XIX y los años treinta del XX, la ciudad había vivido una época de gran riqueza, gracias al salitre. De aquella época son los elegantes edificios que rodean su plaza principal. La decadencia comenzó cuando la fabricación del nitrato de amonio a partir de amoníaco sintético, inventado por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, remplazó definitivamente al producto natural. Las oficinas salitreras sufrieron mucho con la crisis de los años treinta. En los años cincuenta la crisis fue definitiva, la cesantía y el malestar social eran grandes.

Se esperaba que la búsqueda de petróleo, que se iba a iniciar con la llegada de los equipos de la Enap a la región, pudiese traer a Iquique parte de la prosperidad perdida. No fuimos los únicos puntarenenses en llegar, muchos de los colegas de mi padre también lo hicieron con sus familias.

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