sábado, 15 de diciembre de 2007

Capítulo II.2 Encuentro en el Ciberespacio

Mi carta a Antonio hace reaccionar a Darko. En mi carta yo hablaba de mis apellidos de soltera, que nadie conoce en Francia. Decía que a ninguno de mis conocidos franceses se les pasaría por la mente la idea que no llevo ni una gota de sangre española en mis venas. Darko me explica lo que es ser descendiente de croatas en España. Su vivencia es muy diferente de la mía y lo que dice no deja de ser interesante:

A este respecto, en cambio, a mí en España, me ocurrió en sentido contrario. La existencia de nombres y apellidos no españoles es relativamente escasa. En Chile es muy superior. Desde el mismo momento de llegar hasta hoy en día siempre he sido asociado con familia “rusa”, “yugoslava” o, más recientemente, croata. Incluso para gente que me conoce desde hace diez o más años, no represento un chileno emigrado, o un latinoamericano más, hechos que yo no oculto, ni tampoco descendiente de una rama de españoles, sino un “yugoslavo” que habla catalán.

En los últimos años, muchísimas veces me han preguntado por si tenía noticias de mi familia durante las guerras yugoslavas. No lo sé, pero seguramente mi caso a este respecto ha sido más exagerado que en el caso de mis hermanos, al llevar yo también un nombre absolutamente inusual por estas tierras, al contrario que ellos, lo cual ha llevado muchísimas veces hacia el apellido.

Durante los años de universidad coincidí con uno de los poquísimos “yugoslavos” de Barcelona, llamado Danilo, nacido en Venezuela, hijo directo de croatas de primera generación, con familia emigrada también en Canadá. Su padre iba y venía del Canadá, y en estos últimos años también de Croacia. Aunque mi madre nos había transmitido que el abuelo José era descendiente de croatas, fue realmente Danilo quien me hizo ser consciente de esta ascendencia y acentuar mi sentimiento croata.

Me refiero a que, en este sentido, el entorno fue precisamente el que me consideró con unas diferencias más acentuadas que las que yo nunca sentí en Chile. No pocas veces he oído yo eso de “que bien que habla usted el castellano”, para ser “yugoslavo”, claro está.

Antes de las guerras yugoslavas, viajé con mi esposa a Dalmacia. Fuimos en auto, pues yo quería recorrer la zona sin limitaciones de transporte. Estuvimos en Istria, que no sé aún qué papel desempeña en esta historia, si es que desempeña alguno, pues mi madre insiste en que el abuelo José se refería a Istria como lugar de origen de los Mátković. Recorrimos la costa. Estuvimos en la isla de Hvar. Pero dos son los hechos que yo querría destacar ahora. Con el poco croata que aprendí de pequeño y con mi nombre, en más de un sitio nos trataban con cierta deferencia, al dejarnos pasar la noche en hoteles completos por ejemplo, a pesar de su insistencia en hablar croata y mi incapacidad absoluta de mantener una conversación. La sensación que yo le comentaba a mi esposa entonces era la de que me consideraban como descendiente de tantos croatas emigrados.

El segundo hecho es que el objetivo segundo del viaje era llegar hasta Dubrovnik, cosa que hicimos. Pero una vez allí, lo cierto es que continuamos aún un poco más allá ¿por qué motivo? ninguno en especial. Sin saber exactamente donde íbamos, llegamos hasta un sitio que nos impresionó y que luego hemos recordado muchas veces: la bahía de Kotor, o Boka Kotorska, o Boca di Cataro. Llegamos hasta Kotor, último punto de un viaje en busca de un pasado incierto.

Darko.

Aparentemente no sólo a mí me suceden cosas curiosas. Elías nació en la región de Boka Kotoroska y, en esa época, Darko no lo sabía...

Los últimos intercambios con Darko y Claudette han afirmado nuestra amistad. El trío ha sobrevivido a una tormenta de emociones y ahora estamos mucho más serenos. Aprovechamos este clima para pasar a otra etapa de nuestra comunicación. Darko comienza los intercambios de fotos. Nos envía, para comenzar, una foto de las raras que tiene de niño, es su primera foto. En la foto Darko debe tener apenas un mes y está en brazos de su padre. Yo veo con alegría la foto que nos envía, en cambio Claudette se queda con las ganas ¡Pobre prima!:

Yo no puedo verla!!!! Mi computadora me muestra un mensaje que dice: “Archivo desconocido”, y luego se desconecta... Plop!!!!

Es muy curioso esto de estar viviendo tantas emociones y diversiones a través de una fría pantalla. ¿Cómo explicar en torno mío hasta qué punto todo el resto ha pasado a un segundo plano? Darko nos envía fotos suyas de niño con sus hermanos. Claudette se prepara a hacerlo. Yo me preparo a enviarles por correo normal copias de lo que tengo... me hace falta un escáner. Claudette nos sorprende diciendo que es nada menos que Pedro quien la ayuda con su escáner a digitalizar las fotos que nos va enviar. Nadie sabe si Pedro sabe ahora que tiene tres hermanos en España. Parece que algo sospecha, pero él no dice nada, sólo observa y Claudette respeta su silencio como algo sagrado. Yo pienso, que sin una palabra, Pedro está jugando con nosotros.

Darko dice que no puede enviar muchas fotos porque su madre las quemó casi todas. Nos cuenta que recuerda una noche en la casa de Las Condes, donde vivían en Santiago. Su madre encendió una fogata en el patio, y empezó a quemar cartas y fotos. Que en definitiva, se salvó muy poca cosa. Un álbum de antes de que él naciese, y una caja de diapositivas. Nos dice que veinte años después apareció la caja de diapositivas y el álbum, como señales de un rastro lejano de un pasado que seguramente existió. Que él conserva la caja de diapositivas y que piensa que su hermana mayor conserva el álbum.

¡No! No voy a caer otra vez en el estilo de telenovela llorando por las fotos quemadas. Para Darko no parece ser un drama, entonces, ¿para qué hacer yo un drama de ello? Ahora entiendo mejor por qué Darko está tan feliz con todas las fotos que podamos enviarle y por qué insiste tanto en pedirle a Claudette la foto prometida en la que aparece Elías con la familia.

Por fin, a mediados del mes de julio, Claudette nos envía una foto de los bisabuelos. No es la foto prometida, es otra en la que los bisabuelos están solos sin los hijos. Siento una profunda emoción al ver por fin aparecer en la pantalla la imagen de Elías y de la Nona. Es una foto muy hermosa. Elías sigue presente en mi espíritu, es nuestro hilo conductor, y su imagen nos recuerda que debemos continuar buscando su huella. Estoy contenta de haber enviado ya mi carta a Antonio, estoy impaciente de que la reciba.

Yo también deseo participar, presentarles mi familia, enviarles las fotos de los Mátković que tengo. El fin de semana corro a comprar un escáner y envío a mis primos muchas fotos. Hace años que no me divertía de esta manera. Digitalizo todas las que encuentro que puedan interesarles, entre las cuales unas fotos en que aparece la Nona, la Paulina, mi madre, mis dos hermanas y yo. También les envío documentos de Filo. Envío a Darko todas las fotos que encuentro donde sale algún Mátković. Claudette al mismo tiempo envía todo lo que puede. Darko es el que está más feliz de todos y lo dice:

Domingo 19 de julio

Claudette y Maribel.

Claudette, ¡vaya andanada de fotos!

Sin quitar importancia al resto, la de los bisabuelos es impactante. Se la he enseñado a mi hermano Marcelo, y ha dicho ¡vaya!, lo cual en su caso es una muestra de interés y casi diría de emoción superlativa.

Las madres de ambas están guapísimas.

Claudette, he enseñado las fotos en que apareces tú. Han provocado un cierto impacto, porque la opinión generalizada es que tú y tu prima Ana sois muy parecidas.

Sin comentar nada, mi esposa vio la foto (más reciente) y dijo:

–¡Ooooohhhh! ¡si es como Ani! Y añadió: –Muéstrasela a tu madre.

Así lo hice y dijo:

–¡OOOOOhhhhh!, pero si se parece mucho a Ani!! ¡La sonrisa no!, pero el resto... si la miras un poco de lejos... podría pasar por ella.

Como yo me reconozco muy mal fisonomista, es de suponer que los demás están en lo cierto. Dicen que la sonrisa es diferente.

Tus hijos Claudette, muy guapos también. Más enhorabuena.

Maribel, me encanta la foto de la Nona con las bisnietas.

Darko

Después de haber enviado cuanta foto tengo, le escribo a Darko diciéndole que lo dejaré tranquilo (esto de intercambiar fotos así es entretenido, pero cada foto enviada o recibida toma cierto tiempo). Que no lo molestaré más. Darko me dice que, al contrario, está feliz y que le puedo enviar todo lo que se me ocurra. Que recuerde que, aparte de sus dos hermanos en Barcelona y de su sobrino, la única imagen de un Mátković-Mátulić que había visto en casi treinta años, fue una única fotografía: la de su medio hermano Pedro.

En una de sus cartas Darko observa: “Creo que los tres estábamos conectados en el mismo momento hace pocos minutos. Según la hora de mi servidor, que las unifica a hora española, Maribel envió a las 17.19, y Claudette a las 17.27 ya había contestado. A esa hora, yo estaba conectado intentando modificar cosas del servidor”. La verdad es que durante los dos meses que siguieron a la aparición de Claudette practicamos una comunicación intensa, casi ininterrumpida, y logramos ir muy lejos en nuestra relación. Ahora podemos decir que nos conocemos mucho mejor. Tenemos una imagen bastante completa de cada uno, hasta con fotos de cada uno y de los seres que nos rodean. Al mismo tiempo esta comunicación exige mucho y debo reconocer que, además de la alegría y de todas las emociones, compartimos cierto estrés. Estoy muy cansada y Claudette parece estarlo aún más. No hay que olvidar que los tres trabajamos y que tenemos obligaciones que exigen mucho de nosotros. Por suerte es la época de dejar todo y de partir de vacaciones de verano. Además, con un poco de suerte, lograré ir a Barcelona a conocer a mis primos, sería fantástico.

La familia de mi padre vivía en Santiago. En Punta Arenas, en la familia de mi madre, decían que mi padre era ruso. Mi padre había nacido y vivido en Santiago y era mucho más chileno que todos los croatas de Punta Arenas juntos. Conocía, apreciaba y añoraba la cocina popular chilena. ¡Y qué van a saber en Punta Arenas entre tanto croata, francés, inglés y otros, lo que es un pebre y de cuánto hay que tenga gusto a cebolla, a ají y a las otras cosas que le dan sabor y picante a la olla! En Punta Arenas, ni en mi casa, ni en casa de los amigos de mi familia se comía comida chilena. Comían sí unas centollas maravillosas, los mejores mariscos y salmones del mundo, chiporritos y todo tipo de parrilladas. Mi abuelo cocinaba el bacalao, por allí tengo su receta. Recuerdo también el gusto del aceite de oliva que venía de no sé dónde y de lo maravilloso que era poner un poco de aceite en un plato, sal, tomar un pedazo de pan, ponerlo sobre el plato y comérselo. Creo que fue mi abuelo quién me enseñó a hacerlo así. Más tarde probé hacer lo mismo y no me resultaba. Comprendí mi error en Francia el día en que redescubrí el aceite de oliva. (Hace poco vi que en Mallorca eso se hace y lleva un nombre que he olvidado.) El aceite de oliva venía en los barcos europeos que pasaban por Punta Arenas trayendo todo tipo de productos. Con ese clima y la distancia, era difícil tener buena fruta fresca, en esa época los transportes por avión salían muy caros. No recuerdo haber sufrido por falta de nada. Sí, debido al poco sol que teníamos, había que tragar unas cucharadas espantosas de aceite de hígado de bacalao.

Cuando nací, mi padre estaba feliz de tener otra hija y creo haber hecho todo lo posible para que siga feliz de tenerme. El trabajaba en la búsqueda de petróleo. Todos sus colegas y amigos de entonces eran nuestros tíos.

Su trabajo lo llevaba a recorrer la Patagonia chilena haciendo largos viajes por tierras inexploradas y navegando por las peligrosas aguas australes. Mi padre conocía y amaba esa tierra como nadie. Siempre ha amado la naturaleza con una fuerza y convicción poco comunes. Fue ecologista antes de que la palabra existiera, denunciando los estragos que hacía el hombre al ir destruyendo sin precaución los bosques nativos de la zona. Todo eso está escrito. Ha escrito muchas cosas científicas y no científicas. Entre sus escritos de esa época hizo un diario que fue parcialmente publicado. Bueno, yo no sabía todo eso, pero igual lo quería. Ahora que va a tener ochenta años ha descubierto la naturaleza en las sorprendentes figuras matemáticas generadas por el cálculo de fractales. Su pasión es tan grande que los programa, les saca fotos, publica y da conferencias sobre ellos. Papá nos llevaba a menudo de paseo. Nuestros paseos eran por tierra, nunca fuimos a Tierra del Fuego ni navegamos por los canales.

A veces partíamos de vacaciones, por un par de semanas, a Tres Pasos, un lugar en el campo un poco al norte de Puerto Natales, camino al Paine. Íbamos en grupo con las familias de los amigos de mis padres y lo pasábamos maravillosamente bien. Alojábamos en una enorme casa de huéspedes de madera (por lo de enorme seamos prudentes, era al menos enorme para mis cuatro o cinco años). Tengo muchos recuerdos de Tres Pasos, pero el que nunca olvidaré es el de las ovejas. Hay que saber que en Magallanes hay miles y miles de ovejas y que éstas hicieron la fortuna de los Campos Menéndez y de unos cuantos más. A menudo en los caminos había que detenerse o pasar muy despacio al medio de las ovejas. Lo importante es que en Tres Pasos había ovejas. Entre los corderitos había algunos que habían perdido a sus madres y había que arreglárselas para alimentarlos. Una vez nos confiaron a mis hermanas y a mí la alimentación de tres de ellos. Mis hermanas tuvieron cada una un corderito blanco y una mamadera para alimentarlos. A mí me tocó el único corderito negro. El más hermoso de todos. Yo estuve feliz del gran privilegio que me tocaba. Lo que nadie había previsto fue que mi ovejita negra, que era mucho más pequeña que la otras, tendría tanto miedo, que nunca me dejaría acercarme a ella. Miraba con mucha pena y cierta envidia que las ovejas blancas dejaban que mis hermanas se les acercaran y que les hicieran todo lo que ellas querían. Aún no me consuelo completamente de la pena que tuve.

Siguiendo con las ovejas hay que saber que en Punta Arenas hay un famoso monumento al ovejero. A los niños de entonces, como seguramente a los de hoy, nos encantaba encaramarnos arriba de las ovejas de ese monumento. En enero de 1957 dejamos las ovejas y el frío y nos fuimos a vivir a Iquique, en el otro extremo de Chile.

Capítulo II.1 Encuentro en el ciberespacio

Mayo 1998

Por supuesto que comunico a mis padres en Chile y a mi hermana Ana María de Nantes mi encuentro cibernético con Darko, el primo de la rama perdida de la familia Mátković. Mi madre lo encuentra tan emocionante que toma el teléfono y llama a su primo Boris, el padre de Darko. Me dice que Boris reacciona de manera extraña, Boris se ha vuelto a casar, a rehacer su vida y parece que no desea hablar de su pasado. A pesar de la reacción de Boris, Anita escribe a Darko para comunicarle su alegría por este encuentro y darle la bienvenida en nombre de toda la familia. Le cuenta que ella lo conoció una vez que fue con tía Filo a visitar a su madre, por el año 1963, que él no debe acordarse porque era realmente muy pequeño. Anita termina su carta pidiéndole que cuente lo que ha sido de sus vidas durante todos los largos años que han pasado y rogándole que le dé saludos a su madre.

Darko contesta inmediatamente. Encuentro fantástico que no se haya hecho de rogar y que envíe una larga y hermosa respuesta (además, yo no me había atrevido a hacer tantas preguntas y gozo leyendo lo que Darko responde). Así es como me entero de las razones por qué se marcharon con su madre de Chile, en 1974, sus hermanos y él con toda la vida por delante. Viven desde entonces en Barcelona, ciudad que adoptaron definitivamente y de la cual Darko habla con pasión. Me entero de los estudios que hicieron y en qué trabaja cada uno. Él es ingeniero industrial y desde hace unos años tiene una pequeña oficina donde trabaja en diferentes cosas y que comparte con su madre y con una media hermana, hija de un segundo matrimonio de su madre.

Estoy feliz de que mi incursión por Internet haya servido para establecer contactos con esta rama olvidada de la familia. Estoy tan entusiasmada con todos estos intercambios, que en ningún momento imagino que los encuentros extraordinarios están apenas comenzando. Haber encontrado a Darko fue como ganar a la Lotería y ganar a la Lotería dos veces seguidas es como un milagro. Considero que lo que sucedió después es algo comparable, por lo menos el concurso de circunstancias que hizo que todos los hechos se fuesen dando unos después de otros de manera tan natural.

Cuando Filo falleció, en 1994, Anita se sintió con la misión de reunir bajo su techo a todos los hermanos y primos de su familia materna y, entre ellos, convidó a la viuda y a los hijos de su primo Carlos José, el hermano de Boris, con los que no tenía ningún contacto desde hace muchos años. Ellos no lo habían olvidado y en signo de agradecimiento invitaron a mis padres al casamiento de Mirko, el menor de los hijos de Carlos José. La coincidencia fue que el casamiento se celebró muy pocos días después de los intercambios entre mi madre y Darko, a fines de mayo. Llegando a casa de regreso del matrimonio, mis padres me envían un e-mail diciéndome que durante la fiesta conversaron con Claudette, la hermana de Mirko. Que le contaron de mi encuentro cibernético con Darko. Me dicen que Claudette se emocionó muchísimo al tener noticias de los primos perdidos de vista. Que tiene una dirección electrónica, que les pidió la nuestra. Que desea entrar en contacto con su primo Darko y conmigo.

¡Yo lo encuentro fantástico! A mí que me gustan las novelas románticas me hubiera encantado estar presente y ver la expresión en el rostro de Claudette. Estoy impaciente con la idea de entrar en contacto con esta nueva prima. Claudette no pierde un minuto ¡Y cómo la entiendo! Si yo hubiese estado en su lugar habría hecho exactamente lo mismo, me escribe inmediatamente:

Sábado 30 de mayo

Querida Maribel,

Voila!!! Aquí tienes a otra media prima.

Tía Anita es prima de Carlos José Mátković, mi papá. Ayer estuve con tus papás en el matrimonio de mi hermano Mirko, y me contaron que se escribían a través de Internet. También me dijeron que habías encontrado a mis primos hermanos (su papá es hermano del mío). Te juro que el corazón me saltaba de emoción, así es que apenas copié sus direcciones, de inmediato me dispuse a escribirles. Por favor cuéntame si recibes bien este e-mail, para poder establecer contacto y conversar aunque sea a la distancia.

Un beso grande,

Claudette Mátković.

¡Esto parece magia! ¡Jamás habría sido capaz de imaginar una historia tan extraordinaria! En estos días pienso más que nunca en Filo y me digo que es ella quien está realizando este milagro. Claudette, Darko y yo comenzamos a comunicar de manera muy intensa, ellos deben recuperar el tiempo perdido y contarse lo que ha sido de sus vidas. Jugaban juntos de niños, pero han pasado veinticinco años sin saber nada uno del otro. (Darko había olvidado hasta el nombre de su prima y la primera vez se había referido a Colette en vez de Claudette). Se cuentan cosas y, en un primer tiempo, quedo completamente fuera de esos intercambios tan personales. No dejo de pensar en lo fuerte que debe ser para ellos este encuentro. A pesar de todo, Darko no se olvida de mí. Explica a Claudette que la causa de nuestro encuentro ha sido la busca de las huellas de Elías y de nuestros antepasados, que es eso lo que nos ha reunido; le envía las informaciones que tenemos, le cuenta en qué estamos. Darko me escribe para decirme que Claudette parece encantada de unirse a nuestro dúo para participar en nuestras investigaciones y que se propone ayudarnos, termina su carta diciéndome:

Si te parece correcto que Claudette busque cosas en Chile (¡una voluntaria!, ¡con los tiempos que corren!) le envío copias de todo para que se ponga al día.

¿Y cómo decir que no? ¡Pero si es realmente fantástico! Ahora somos tres, y no dos, los bisnietos de Elías que intentamos reconstruir el pasado. Dos primos que nunca he visto. Darko tiene razón, Claudette se ve realmente feliz de unirse a nuestros proyectos, su respuesta me llega al mismo tiempo que la de Darko:

Queridos primos... insisto... estoy emocionada por este encuentro y casi me parece un regalo de Dios. Espero tener algunos minutos de calma para sentarme a leer los kilos de información que he recibido de ustedes. Mientras tanto les comento algunas cosas...

Nos cuenta de su familia, de sus hermanos, de sus hijos, de su vida. Agradece que le permitamos compartir nuestra aventura; cree saber dónde conseguir las películas de tío Mateo y nos pide que le demos algunos días. Dice, que si decidimos ir a Magallanes a averiguar sobre el naufragio de Elías, podremos contar con ella, que entretanto se pondrá en campaña para ubicar a Enrique Campos Menéndez que seguramente nos podrá ayudar, termina diciendo:

Frente a mí (en mi oficina) tengo un portarretrato donde aparece el bisabuelo Elías, la Nona y sus 5 hijos. Todos se ven muy elegantes; el abuelo Elías al parecer no era muy alto, más bien se ve un tanto gordito, de ojos muy claros, bigote, y la típica boca de los Mátković. Perdonen, pero mi abuelo José es lejos el niño más lindo de la foto, y el más parecido al bisabuelo Elías. Paulina, Mateo y Antonio son parecidos a la Nona. La tía Filo está en el vientre de la Nona.

Claudette.

Claudette nos trae, además de muchísima emoción y alegría, un gran cariño. Eso estaba completamente ausente de nuestros intercambios precedentes con Darko. Yo estoy como transportada, como en otra dimensión. Es evidente que no logro concentrarme en mi trabajo. ¡Pero qué diablos me importa! Una cosa así no puede ser postergada, sería como un pecado. No resisto la tentación de pedir a Claudette que nos envíe cuanto antes la foto de los bisabuelos, Darko está de acuerdo. Yo pensaba en una foto enviada por correo. Darko tiene otras ideas, está pensando en fotos enviadas por Internet, él tiene un escáner y ya nos ha enviado un par de fotos suyas. Ni Claudette ni yo tenemos ese tipo de material.

A todo esto, y a propósito de fotos por Internet, Darko me envía una información sorprendente: me da una dirección que descubrió en Internet donde se puede ver una página de un hermano suyo, hijo que su padre tuvo con su segunda mujer. En el sitio Internet, Pedro (así se llama), aparece con foto y todo. Nunca ha hablado él, no se conocen. Es la primera vez que ve una foto suya, el parecido entre ambos hermanos es sorprendente. Me dice que por ahora, él observa. Al mismo tiempo, me cuenta que Ana, su hermana mayor, habló con él hace un par de años en una de las tantas ocasiones en las que intentó, sin lograrlo, hablar con su padre y que Pedro, con su respuesta, mostró que ignoraba que tenía hermanos. Darko supone que Pedro pensó que se trataba de alguna loca.

Con esto sí que la búsqueda de Elías toma para mí un rumbo inesperado. No sólo he tenido la alegría de descubrir de una manera sorprendente a estos nuevos primos, esto comienza a parecerse a una telenovela. De esas que hay que preparar el pañuelo antes de sentarse a mirar cada nuevo episodio. La verdad es que si antes estaba como transportada ahora me quedo literalmente boquiabierta. Darko tiene un medio hermano de veinticuatro años que aparentemente ignora que tiene tres hermanos mayores. Claudette le conoció por casualidad en una reunión de trabajo y sólo allí, por el apellido, dedujeron que eran primos, simpatizaron mucho, pero Pedro nunca habla de la familia. ¿Cómo puede ser que su padre nunca le haya dicho nada? ¿Cómo puede ser que ella no supiera que tenía otro primo? Espero que Darko no tome a mal mi intromisión, pero frente a lo que está pasando no puedo dejar de expresarle lo que siento. Le escribo y le digo que estoy comenzando a tomar conciencia de todo lo doloroso que debe haber sido para él y sus hermanos esta ruptura familiar tan radical. Del rechazo de su padre, de la ignorancia de su medio hermano, del silencio de su madre. De los secretos terribles. (A estas alturas de la telenovela para mí hay dos protagonistas: Elías y Darko, el bisnieto perdido). Termino mi e-mail deseándole que algún día pueda conocer a su hermano y restablecer los lazos que siempre debieron existir:

Siento una alegría infinita por lo que está sucediendo y por haber sido útil para establecer el contacto y ayudar a que recuperes lo que siempre debió ser tuyo. Quizás algún día tengas un encuentro con tu medio hermano; lo que pasa no puede ser de su culpa, como tampoco es la tuya. Tampoco debes ser duro con tu padre. Mi madre me contó que recuerda a Boris de niño, como un niño muy tímido, muy callado, muy bueno. Algún problema habrá tenido. ¿La ceguera de tu abuelo? anda a saber.

Un abrazo

Maribel

Darko no me hace ningún comentario, pero, en respuesta, me hace el regalo maravilloso de sus intercambios con Claudette. Es una manera de decirme que acepta que yo haya tocado este tema tan delicado y me siento agradecida de su confianza. Soy testigo de intercambios llenos de emoción. Leo lo que Darko me envía con cierto temor. No deseo entrar en su relación más allá de lo necesario. Debo empujarlos a que se acerquen entre ellos sin tener cuenta de mi existencia. Tienen muchas cosas que decirse que no me conciernen. Es muy emocionante. Los tres estamos viviendo momentos muy, pero muy intensos. Al mismo tiempo, con tanta emoción, todos nos ponemos más vulnerables, hay que tener cuidado.

Igual me equivoco, como Darko no conoce nada de la familia, trato de explicarle, como puedo, lo que yo sé. No sólo su padre ha tenido problemas con sus hijos: tío Mateo no quería saber nada de la hija de su primer matrimonio, Elías no era un padre fácil. No sé lo que le digo, hago un comentario sobre el carácter de algunos Mátković y mi comentario no produce la reacción que yo esperaba. Darko nos escribe a Claudette y a mí algo muy extraño:

Aviso: Por estos e-mails ha circulado algún comentario respecto al carácter de algunos Mátković, creo recordar que especialmente del género masculino.

Bueno, yo no soy precisamente un ejemplo de simpatía aplicada. En general, en opinión de los demás soy callado y serio. Yo añadiría que además tímido, pero eso no me lo dicen nunca. La opinión de mi esposa (quien me conoce desde hace 21 años) es, sin embargo, que hablo mucho, pero sólo de aquello que me interesa y con quien me da la gana, y que tengo un humor “británico”.

Darko

Lo que Darko dice me deja helada. ¿Se enojó? ¿Dije cosas que no debía? ¿Se terminó la magia? Paso un día pésimo. Le escribo explicándole mis terribles dudas, rogándole que me las aclare. Hago sentir a mi primo que estoy muy triste, realmente muy mal. Le ruego que me diga claramente si he dicho algo que le haya ofendido o en un tono que no debía. Comunicarse por e-mail es difícil porque no se ve la expresión del otro, ni se oye el tono de la voz. Cuando no se le conoce es aún más difícil. La comunicación es frágil y es muy fácil equivocarse sobre la reacción que algo escrito puede producir. Termino mi carta diciéndole que salvo desmentido o explicación de su parte voy a interpretar su último comentario como un reproche; con mucha pena, que podría ser el fin de la magia.

Esa noche Darko me llama por teléfono. Es lo mejor que podía haber hecho. Tiene una voz grave, cálida y profunda y con sólo oírlo sé que me equivoqué, que no está enfadado conmigo, que era una muestra de su humor, nada más. Habla muy, pero muy poco, a mí también me cuesta hablar. No tiene ninguna importancia. La tormenta pasó, un cielo claro y un sol lleno de luz iluminan nuestra amistad. En cuanto puedo escribo a Claudette y a Darko para decirles lo feliz que quedé con su llamado:

La verdad es que tu llegada, Claudette, ha dado un vuelco emocional inesperado a nuestros intercambios. Además una relación a tres es más divertida, pero más complicada. Nunca sabes lo que se le dice a uno, al otro. Lo que se cuentan los otros. No se reían, van a pensar que estoy celosa. (Claudette, a todo esto, descubrí que nuestro primito tiene una voz profunda maravillosa.)

Como le decía a Darko, es muy difícil comunicar las emociones por e-mail, sin verse y sin oírse. Así y todo habrá que hacerlo. La única manera es a la más leve nubecilla aclararla cuanto antes. Cuando uno escribe se toman riesgos, las cosas quedan allí expuestas. Tengamos el coraje de atrevernos a tener una relación fuerte por e-mail. Con mucha confianza. Cuenten conmigo, que en el fondo lo único que deseo es querer y que me quieran. Cuando no sepan con qué intención escribo algo piensen que es con la mejor del mundo. Prometo hacer lo mismo con ustedes.

Les había dicho que me cuesta trabajar porque estos e-mails me perturban. Bueno les diré que si me faltan los e-mails me perturba más aún.

¡Pues escríbanme todo lo que quieran y cuando quieran!

Un beso

Maribel

Me quedo feliz. Esto no tiene nada que ver con un enamoramiento, pero las emociones son iguales de fuertes. A Claudette le sucede exactamente lo mismo, nos dice:

Por favor ustedes no se vayan a reír de mí cuando lean esto: Yo me siento como si estuviera “pololeando”, ¿recuerdan este término? Es algo así como estar muy involucrado con alguien, enamorado, de novio... algo emocionalmente muy fuerte. El que está celoso es mi marido que de repente pasa frente a mí y me sorprende una y otra vez escribiéndoles. Él no puede entender este sentimiento mágico que me arrastra.

Seguimos intercambiando sobre el tema del carácter de los Mátković. Darko y sus hermanos parecen tener un carácter muy particular, su padre, su abuelo, los tíos abuelos y nuestro bisabuelo también son o eran raros. Por ahí Darko dice:

El ver reflejados ciertos caracteres en varios Mátković que no me suenan del todo lejanos, y que quizás en diferentes grados forman parte de mi propia persona...

Esto pasa a ser hasta divertido. Creo que vamos a poder sobrepasar el estilo de la telenovela venezolana para dirigirnos hacia un estilo más próximo al de una comedia. De verdad, aunque las consecuencias sean dolorosas, es interesante lograr ver los problemas y el modo de ser de cada uno de los miembros de esta familia en una perspectiva histórica, a través de varias generaciones. Se me ocurre que los problemas individuales se pueden relativizar mucho, incluso observar con humor británico como le gusta a Darko. Hay una frase que he escuchado muchas veces en mi familia “típico Mátković”. Digamos que esta historia es “típica Mátković” y que es sumamente entretenida. ¿No?

A todo esto, no debemos olvidar que nuestro hilo conductor es Elías. Que las trazas de Elías vienen de Punta Arenas. Que mi primo Antonio vive allá y que hace mucho tiempo deseo escribirle. Él estará feliz de unirse a nosotros, pero no tiene correo electrónico. Le preparo entonces una carta de verdad. Antes de enviarla a Antonio se la muestro a Claudette y a Darko, quienes aprueban mi idea.

Preparo un sobre donde pongo la carta, copias del árbol genealógico y de cuántos documentos me dejó tía Filo. En la carta le narro toda la aventura de este año, del naufragio de Elías, del encuentro con Darko, con Claudette. Le digo como, poco a poco, vamos tejiendo la historia, con mucha emoción, entre sueños y datos históricos. Que es la historia de los Mátković; que nosotros dos llevamos parte de la memoria, pero que son nuestros primos quienes llevan el apellido y la emoción. Le digo que Claudette, Darko y yo daríamos cualquier cosa por saber en qué año naufragó el barco de Elías, qué barco era, quién era Elías, cómo sobrevivió. Que se me ocurre que podría aceptar unirse a nuestro grupo. Que supongo que él sabe miles de cosas sobre nuestra familia que nosotros ignoramos. Le digo que fue tía Eugenia quien me dijo que debía escribirle, que él era el único de nuestra generación que se había interesado en las raíces de la familia hasta tal punto que la madre de Antonio le decía: “me casé con un hombre chileno y tengo un hijo croata”.

Capitulo I.8 Punta Arenas, Darko, Elías

Creo que lo más fantástico de Punta Arenas eran los cumpleaños. Esto merece ser explicado con lujo y detalles. Las mesas para los “tés” eran impresionantes, siempre llenas de bocadillos salados y miles de maravillas dulces entre los cuales los infaltables suspiros de monjas. Eso sin contar con la decoración, sorpresas y juegos como se hacía en esa época por todas partes. Las maravillas dulces lo eran de verdad. Después de haber viajado y conocido otros países creo que las recetas de tortas de Punta Arenas eran de verdad las mejores del mundo. Eso tiene una explicación. Por un lado está la mezcla de orígenes diferentes que trae consigo todos los secretos de las recetas de cada cultura. La variedad era grande. Por otro lado está que los inviernos eran largos y fríos y que una buena manera de entretenerse era en la cocina. Cuando yo era niña, mi madre y las tías pasaban invitándose unas a otras a tomar el té. Ellas rivalizaban en imaginación e invención tratando de hacer los mejores dulces y todo tipo de exquisiteces para tratar de sorprenderse mutuamente. Se puede imaginar lo que veinte años de esa práctica puede producir. Mi receta preferida en ese entonces era la de los negritos. Los negritos son una mezcla de los brownies norteamericanos a los que se les pone una taza de nueces, por encima manjar blanco (muy empleado en Chile y conocido como dulce de leche en otros países) y merengue blando a la italiana. Para decorar un poco y perfumar, si uno lo desea, se puede agregar polvos de canela por encima del merengue. Mi madre hacía los negritos y muchas delicias más. Yo conozco algunas de sus recetas. Una de sus recetas, la torta de nueces, que me toma cuatro buenas horas en confeccionarla es mi preferida. Cuando la he hecho en Francia mucha gente me ha dicho que es la mejor torta que han probado en su vida. Yo les creo. He decidido que la receta de esa torta es un secreto de familia. La verdad es que mi madre aprendió a hacer esa torta de una gran amiga suya. Tía Pupy murió muy joven y no creo que su hija sepa hacer la torta de nueces. A ella sí que le daría la receta si me la pide algún día.

Los intercambios con Darko se multiplican, hablamos de nosotros y de nuestras vidas. Cuando le digo que sé muy poco de su abuelo me cuenta que él lo recuerda a penas. Que era muy pequeño. Que recuerda que tenía muchos libros en Braille, y que cuando le pedía a su abuelo que le leyera, Darko veía como, al leer, iba pasando los dedos por el papel.

Tenemos diferentes temas. Uno es, a partir de los datos de Filo, tratar de ubicarse en los mapas y encontrar el Lastva donde nació Elías. Otro es ubicar todas las referencias a Mátković en Internet. Otro es ubicar Mátković en las guías telefónicas. Por allí Darko descubre unas referencias a dos películas del cine mudo chileno en las que los textos son de Mateo Mátković, nuestro tío abuelo. Son unas películas sobre la historia de la Patagonia, hechas en 1920 y 1921. El título de una de ellas es “Esposas certificadas o casamientos por poder”. Suponemos que esa película cuenta la historia de las Bracianas que venían destinadas a casarse a tal o a tal otro colono. Así debería haber sido el caso de nuestra bisabuela si no se hubiera fugado con Elías. Pero un tema que vuelve siempre es el de nuestros recuerdos de Punta Arenas:

Sábado, 30 de mayo

¡Hola Maribel!

La verdad es que en estos últimos tiempos a mí también me han entrado ganas de volver a Magallanes. Yo nací en el 61, en Concepción. Mis hermanos que son mayores que yo, son de Santiago. Pero todas las vacaciones íbamos a “veranear” a Punta Arenas. Pasábamos un par de meses en la casa de los abuelos maternos y al acabar el verano, de vuelta al “norte”, o sea al centro de Chile.

Creo que no te lo he contado, pero los abuelos maternos, que vivían en Castro (Chiloé) se fueron de colonos a Punta Arenas hacia 1920-25, cuando el Gobierno de entonces hizo una campaña para llevar habitantes allí. “Derecho de tierra”, o algo así le llamaban, y pagaban salarios dobles a quien se radicara allí. La última visita que yo hice puede haber sido el 72. Cuando se es niño se tiene una menor conciencia del paso del tiempo. Parece que las cosas han sido siempre como son, y no somos demasiado conscientes de los cambios que se van produciendo. Ese último año, no obstante las cosas habían cambiado, pero eso ya es otra historia. En cualquier caso y en definitiva, un cierto día fue el último que estuve en Punta Arenas, sin saber que quizás ya no volvería más.

Yo recuerdo el Estrecho, y los restos de algún viejo barco de madera varado en la costa. Un año, en Tres Puentes había pingüinos en la playa. Recuerdo el Fuerte Bulnes, y el Puerto del Hambre. Recuerdo los campos solitarios e inmensos. Y el viento, ...ese viento inmenso de Magallanes que no cesaba de soplar.

Sé que las cosas habrán cambiado mucho. Son ya 25 años, y una visión diferente de la de entonces. Unos primos míos maternos que estuvieron hace poco por aquí, que son de Punta Arenas y viven en Santiago, como ya casi todos ellos, dicen que ya no nieva como antes, que ya no hace el frío de antes...

Lo cierto es que hace un par de meses tomándome un café en el bar de la esquina, de pronto, como un relámpago, tuve una inspiración: “algún día tendré que volver a Magallanes”.

Hasta pronto, prima Maribel.

Darko

En la época en que mi madre y mis tías-tías eran solteras, el sueño de todas las jóvenes era que el príncipe azul llegara a buscarlas a Punta Arenas. Seguramente los varones partían a hacer estudios a la capital y la especie masculina en edad interesante que se quedaba allá era más bien escasa. Nunca me lo han explicado así, pero es fácil adivinarlo. Todos los arribos de ingenieros, militares y de varones, en edad interesante y de todas las actividades susceptibles de traerlos, eran seguidos con mucho interés.

Mi tía Neva, la segunda mujer, fue la primera de las tres hermanas en casarse. Se casó con el militar de sus sueños que la llevó a vivir a Santiago tiempo después.

Mi madre, que era la mayor de las mujeres, tuvo que esperar un poco más. Un día, de la gloriosa época de la búsqueda del petróleo en Magallanes, llegó de Santiago un ingeniero joven de todo gusto de mi madre. Él tenía buena facha y era bastante delgado. Ella no se atrevió a mostrarse con sus ochenta kilos de tortas repartidas en su metro setenta y tres de estatura. Incentivada con la perspectiva que se le presentaba hizo un régimen acelerado milagroso y logró impresionar a mi padre en las pistas de esquí de Punta Arenas. Se casaron pocos meses después. Entretanto ella había recuperado con creces los kilos perdidos, se casó con noventa kilos y fueron muy felices. Recién casado con mi madre, la Corfo lo envió a estudiar por dos años a Estados Unidos. Mi madre se quedó embarazada de mi hermana Ana María que nació en Boston en 1946. Ella es gringa, no es patagona como Sonia y yo. En vez de engordar con el embarazo Anita adelgazó tomando muchas ginger-ales. Cuando mi madre regresó a Chile en 1947 había perdido treinta, de los noventa kilos que pesaba, y mi abuela le preguntó qué le había hecho el ruso, que decía que era mi padre, para hacerla adelgazar de esa manera.

Eugenia, la hermana menor de mi madre lo hizo aún mejor: se casó con un francés de verdad. De la unión de tía Eugenia con tío Jean tengo cuatro primas hermanas francesas. Tío Jean tenía todas las cualidades juntas: no sólo era francés e ingeniero, además era artista. Pintaba cuadros preciosos, sabía cocinar, hacer muebles e incluso demostró que era capaz de confeccionar una falda plisada, muy a la moda en esa época. Los maridos chilenos decían que el ejemplo de tío Jean era muy malo para ellos y lo bautizaron como “el enemigo público número uno de la gente masculina”. La verdad es que el ejemplo de tío Jean dejó sus marcas. Mi hermana mayor, que tenía sólo tres años cuando mi tía se casó, a los siete decía “cuando sea grande seré médico y me casaré con un francés”. Mi hermana es médico y vive en Francia, mi cuñado es ingeniero francés, como el marido de Eugenia. Parece que yo quedé marcada por mi hermana...

Punta Arenas era un lugar mágico, pero lejos de todo, y los jóvenes necesitan conocer el mundo y sueñan con partir. Mi tío Juan fue el único de los hermanos que se casó con alguien de la región de Punta Arenas. Con tía Nevenka tuvieron un hijo, que es el único de mis primos hermanos con pura sangre croata. Cuando Antonio tenía cinco años sus padres se trasladaron a Santiago, pero eso no impidió que más tarde se interesara en la historia de la familia y en la del pueblo croata. Logró aprender el idioma y hoy es el único de los primos capaz de hablarlo y escribirlo. Después de crecer y estudiar en Santiago terminó casándose con una puntarenese y regresó a instalarse en su tierra natal. Anita había tenido otro hermano. Tío Raúl murió ahogado a los diecinueve años en las playas de Cartagena, en la zona Central de Chile.

En Grenoble, cuando llegan los días miércoles trato de almorzar con Christian y sus amigos. La primera pregunta que me hacen cuando me ven es sobre las novedades de la semana. Siguen con atención cada una de las etapas de esta aventura que estoy viviendo. Compartí con ellos la emoción que tuve al saber del naufragio de Elías. También comparto con ellos la emoción de mi encuentro cibernético con Darko.

–Vas a tener que escribir un libro, dice Christian.

–¡Estás loco! No sé escribir, no sería capaz de hacerlo, además no tendría tiempo para una locura así.

Creo que ellos se entretienen de verdad con lo que me está pasando. Lo mismo sucede con mi amiga Jeanne y con Yvonne. Ellas siguen con interés esta historia desde la semana que pasamos juntas en nuestro refugio y en la que compartimos la lectura de los libros de Michelet.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Arbol de mi familia paterna


Hacer un clic en el árbol, se agrandará.

domingo, 3 de junio de 2007

Capítulo I.7 Punta Arenas, Darko, Elías

Darko Mátković no tarda en responder confirmando mis suposiciones. ¡Qué alegría! Lo más divertido es que parece estar tan entusiasmado como yo y que la historia del naufragio le parece excelente:

Martes, 31 de marzo

Hola María Isabel.

Maribel: ¿Somos de la misma familia entonces?

–Definitivamente sí.

Mi abuelo es José Elías Mátković Mátulić.

Por lo que yo sé, que es muy poco, Paulina se casó con Kkora. Mateo era economista. Mi madre dice que eran todos muy serios, excepto Filomena que era muy divertida. Ella conoció a Neva. José Elías se casó con Olga y tuvo dos hijos, Boris y Carlos. Carlos murió de cáncer, dejando tres hijos, José, Mirko y Colette. De éstos, yo recuerdo sólo vagamente a José. Lo que a mí me dijeron siempre es que Elías era de Istria, y que el abuelo José se había definido siempre como croata.

Maribel: Yo creo que usted podría ser hijo de un primo de mi madre.

–Efectivamente, soy hijo de Boris.

Maribel: ¿Cómo tiene la vista?, ¿cómo todos los Mátković Mátulić?, ¿cataratas, miopía, desprendimiento de retina? así eran los hermanos de mi abuela.

–El abuelo José quedo ciego de desprendimiento de retina. Boris ha tenido algunos problemas que supongo serios porque sé que fue operado. Mis hermanos y yo hemos sido, de momento, afortunados en eso y tenemos todos buena vista. La historia del naufragio es buenísima. Yo nací en 1961, y vivo en Barcelona. Realmente, yo sé muy poco de la familia, porque mis padres se divorciaron cuando tenía yo unos nueve años. Al cabo de pocos años, mi madre se trasladó a España, con sus tres hijos, Ana, Marcelo y yo mismo.

Darko

Sí, es hijo de Boris, un primo hermano de Anita, sí es nieto de José Elías Mátković Mátulić, el hermano ciego de Paulina. Cree que Paulina estaba casada con otra persona que con mi abuelo (imagino que la madre de Darko, que se casó con Boris mucho después de la muerte de mi abuelo, debe haber pensado que el dueño del almacén era un hijo de mi abuelo y no su antiguo empleado). Su madre, le ha dicho también que, salvo Filomena, que era muy divertida, todos los hermanos Mátković eran muy serios (es verdad que tío Mateo y tío José eran muy serios, pero no se debe olvidar que tío Antonio era igual o más divertido que tía Filo y que Paulina no era tan seria tampoco).

Yo estoy fascinada con la suerte increíble de haber descubierto a este primo surgido de la nada y que se interesa, tanto como yo, en entender nuestras raíces. Tengo muchos primos hermanos por la familia de mi madre, pero no creo que ninguno se interese en la historia de los bisabuelos. Ninguno, salvo probablemente mi primo Antonio que vive en Punta Arenas, pero que no tiene correo electrónico y lo conozco apenas. En todo caso esto es fantástico, Darko es hijo de un primo hermano de mi madre. Mi botella al mar no podría haber caído en mejores manos. Es una suerte increíble. Su abuelo José, el hermano de mi abuela, se fue a Santiago bastante joven. Mi madre apenas conoció a sus primos que nacieron en Santiago y que eran mucho menores que ella. Yo nunca escuché hablar de los hijos y nietos de José, y si algún día lo hice se me olvidó porque en ese tiempo no me interesaba para nada en esa rama de la familia. Al fin de cuentas es familia de verdad y somos ambos descendientes de Elías, el único sobreviviente de un remoto naufragio en los canales de la Patagonia. Además Darko es un excelente internauta y le gusta escribir. Darko ignora casi todo de su familia paterna. El divorcio de sus padres lo ha privado de conocer a la familia Mátković y su historia. Mi e-mail le llega como por encanto, siente mucha curiosidad en aprender cosas de su misteriosa familia paterna y yo puedo aportarle respuestas a muchas de sus numerosas interrogantes.

Entretanto mi padre me envía un árbol genealógico de mis familias paterna y materna, gracias al cual, empiezo por fin a entender algo sobre ellas. Este árbol interesará a Darko tanto como a mí. Le vuelvo a escribir y en mi e-mail le ruego que me dé su dirección postal para que le envíe copia del árbol que me envió mi padre y de los documentos que tengo de tía Filo. Dicho y hecho, me envía su dirección, le envío todo y recibo en un tiempo récord otro e-mail en el que me dice que lo ha recibido, que le parece fantástico (otra cosa me hubiera parecido extraña); que está estudiando los documentos que le envié y que con ellos está actualizando su árbol; que me va a enviar la parte del árbol de la familia que viene de su abuelo y que él conoce mucho mejor que yo.

De verdad no paramos de escribirnos. Le comento que, según mi hermana mayor, Elías no fue el único sobreviviente, pero que de todas maneras tengo ganas de conocer hasta el nombre del barco en el que naufragó; que le encargué a tía Eugenia, la hermana menor de mi madre, que vive en Francia y que anda de vacaciones en Chile, que me averigüe todo lo que pueda. Le prometo que le contaré todo lo que logre saber; que mientras tanto le puedo ir contando lo que sé de la familia y que no deja de ser interesante. El me hace comentarios de todo tipo. Además de compartir algunos antepasados, descubro que también compartimos cierta añoranza por Punta Arenas, en un e-mail me escribe:

De niño, estuve muchas, muchas veces en la Patagonia. Conozco Punta Arenas. Mis abuelos maternos también eran de allí... y mi madre y mis tíos, y muuuuuuuchos primos maternos.

Punta Arenas es un lugar mágico muy difícil de olvidar. En la novela Los Pioneros de Enrique Campos Menéndez, entre los protagonistas, había una pareja de ingleses. Él era médico y ella se había hecho profesora y había fundado una escuela inglesa en Punta Arenas. Eso era por 1880.

Empecé mi vida escolar en el British School de Punta Arenas. Aprendí a leer y a escribir en inglés antes de hacerlo en español. Cantábamos rondas infantiles en inglés, todo era en inglés. El British School era un colegio que nos gustaba mucho a mis hermanas y a mí. Había una sala enorme con un hermoso piso de madera en la que nos quedábamos durante los recreos cuando el tiempo estaba malo. El tiempo estaba raramente bueno. Cuando el tiempo lo permitía jugábamos en el exterior. En los días de nieve, y a la salida del colegio, nos esperaban las pelotas de nieve lanzadas hacia nosotros por los niños de una escuela pública vecina.

Cuando caminábamos las pocas cuadras que separaban el edificio de la CORFO del British School había que tener cuidado con el viento. Punta Arenas más que la ciudad del frío o de la nieve es la ciudad del viento. El viento en la esquina de la CORFO era famoso por la fuerza que tenía. La vereda estaba hecha con unas baldosas amarillas en las que la gente se resbalaba fácilmente. Había que sujetarse para no caerse. Mi madre me ha contado muchas veces del miedo que tuvo una vez al entrar en el dormitorio de la esquina, donde yo dormía, al ver que el viento había abierto la ventana sobre mi cama y que el temporal sacudía mis sábanas y frazadas. Como yo ya no estaba dentro de su cuerpo su miedo no me afectó. Amo al viento, es como el alma de mi Punta Arenas. También hacía frío. Antes de salir de casa había que abrigarse. Aún recuerdo los guantes y el gorro de lana, las polainas y el chaleco de chiporro sin mangas por encima del vestido y por debajo del grueso abrigo.

Una de las buenas diversiones en invierno era ir a patinar a la laguna. En esa época yo aún no estaba en edad de patinar como lo hacían mis hermanas, pero no me aburría. Anita cumplía a la perfección sus deberes de madre: no sólo sabía esquiar lo suficiente como para haber entusiasmado a mi padre de seguirla por más de cincuenta años, sabía patinar perfectamente y tirar un trineo sobre el hielo. Me entretenía mucho sentada arriba del trineo junto al hijo de la tía Milka que tenía mi edad, mi madre patinando, tirando nuestro trineo y riéndose con Milka.

Los croatas de Punta Arenas soñaban con el calor y la playa. Eso se puede comprender sin esfuerzo. Las vacaciones de verano nos tomábamos el avión y nos íbamos a asolear a la región central, a Las Vertientes o a las playas de El Tabo o de El Quisco. De paso aprovechábamos para visitar a los los tíos-tíos, a las tías-tías y a conocer así un poco a los primos hermanos paternos y maternos.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Capítulo I.6 Punta Arenas, Darko, Elías

Creí que ese libro me calmaría, pero mi curiosidad no cesa de crecer. Estoy impaciente de saber quiénes eran mis bisabuelos maternos y cómo y cuándo llegaron a la Patagonia. Creo que tía Filo contaba que su padre era oficial de marina o algo así. Por suerte que Internet existe en 1998 y que los intercambios van muy rápido y, si la respuesta electrónica tarda, siempre existe el recurso al llamado telefónico a Chile. Mi padre, al que todos decimos abulo desde el día que mi hija Anne-Sophie lo llamó así, es un aficionado del correo electrónico y me responde en cuanto recibe mis preguntas:

Domingo 29 de marzo

Maribel

El Abuelo Elías Mátković de Anita llegó como náufrago, pero es puro cuento que haya sido oficial. Éste se arrancó de su casa a los 13-14 años porque tenía una madrastra que lo trataba mal. Su padre era alcalde de “Boca de Cattaro”, según Neva, “de muy buena familia”. El chico, aún analfabeto, se hizo MARINERO y recorrió el mundo. Cuando su buque naufragó en los canales del sur, fue el único sobreviviente, lo salvó un buque de los Menéndez, y los Menéndez lo acogieron y protegieron, dándole trabajo como excelente CARPINTERO. Tenía buena pinta y mucha cancha. Construyó muchas casas en las estancias de los Menéndez. La Nona llegó llamada por yugoslavos de Punta Arenas para casarse con cierto fulano, pero conoció al abuelo y se fugó con él, casándose después.

Un beso, Abulo

Lo que me dice mi padre excita mi imaginación sin límites. La historia del naufragio de mi bisabuelo es más verdadera que la historia del naufragio de los protagonistas de la novela de los Pioneros. Me viene de golpe a la memoria lo que Filo me contaba, y que yo no creía, ¿será cierto? ¿Elías Mátković será el único sobreviviente de un naufragio? ¡Es una historia extraordinaria! ¿Quién era Elías? Filo hablaba de su padre con mucho respeto, decía que era oficial de la marina austro-húngaro, ¿y si fuese verdad?

La última vez que nos vimos con Filo fue en 1992, me habló de su familia, de los yugoslavos de Punta Arenas, ella hablaba aún de yugoslavos, me mostró fotos antiguas y me contó muchas cosas que lamento muchísimo no haber anotado, me contó cosas de mi bisabuelo y de la Nona. También me habló con cariño de Maité, la hija del primer matrimonio de su hermano Mateo, que el padre había desheredado y no quería ver más. Yo apenas sabía que Maité existía, nadie hablaba jamás de ella. Me dijo que no me vería nunca más y me hizo prometerle que iría a visitarla a su tumba, que estaba lista al lado de la de su hijo en el Mausoleo Yugoslavo del Cementerio de Santiago. En 1994, cuando fui a Chile poco después de su muerte, fue con mucha tristeza que cumplí con mi promesa. ¡Qué poca cosa es un nombre en una piedra! ¿Cómo decirle al mundo todo el amor que Filo nos dio?

Filo, antes de enfermarse, preparó un archivo con copia de todos los documentos importantes de la familia en su posesión, copias del certificado del bautizo de la Nona en el pueblo Postire de la isla de Brac, de los certificados de matrimonio religioso y civil de mis bisabuelos, escribió un papel con la fecha de nacimiento de cada uno de sus hermanos y del lugar donde sus padres y hermanos, ya muertos, habían sido enterrados. Hizo varias copias de ese archivo y las repartió. Gracias a ello tengo documentos que son hoy día preciosos para mí. Cuando ella hizo ese trabajo a nadie le interesaba y cuando ella hablaba del naufragio de mi bisabuelo yo no le prestaba mucha atención. Para mí era como un cuento de esos que cuentan las personas de edad para entretener a los jóvenes. Hoy daría cualquier cosa por poder escucharla una vez más.

Volviendo al presente me cuesta sacarme a mi bisabuelo de mis pensamientos. Me cuesta concentrarme en mi trabajo, me da vueltas y vueltas. Llamo a mi hermana a Nantes, a mi tía a París, escribo e-mails, pero sólo yo estoy afectada por este naufragio sucedido hace mas de un siglo. ¿Qué hacer? Necesito compartir mi emoción que no deja de aumentar. Tengo una inspiración, puedo utilizar mi acceso a Internet. No soy una buena internauta, utilizo el correo electrónico y en general me basta y me sobra con ello, no tengo tiempo que perder en andar navegando por la red. Una vez no es costumbre, lanzaré una botella al océano, un anzuelo al agua a ver lo que encuentro. Voy a buscar en Internet si encuentro gente que lleve el apellido de Elías. Ya que me pongo a “navegar” aprovecho a ver si encuentro referencias a personas que lleven los apellidos de mis otros abuelos maternos y paternos. Encuentro algunas, entre las cuales una en inglés a Zoran Letica, un profesor croata que lleva el apellido de mi abuelo materno, le escribo una carta en inglés a la que me responderá unas semanas más tarde, muy amablemente, diciéndome que no es parte de mi familia. No encuentro ninguna referencia que lleve mi apellido paterno, lo que sí encuentro es una página, esta vez en español, de un cierto Darko Mátković que parece ser ingeniero. Darko lleva el apellido de Elías. En su página aparece una dirección de correo electrónico. Le escribo inmediatamente, sobre todo que es muy fácil hacerlo por el idioma. Hay otros personajes con ese apellido, pero con páginas en inglés y no me animo a escribirles.

Lunes, 30 de marzo

Darko

Soy nieta de Paulina Mátković de Punta Arenas Chile.

Vivo en Francia casada con un francés. ¿Es usted de la familia?

Maribel

Cuál no sería mi sorpresa al recibir pocas horas después respuesta del señor Darko Mátković.

Martes, 31 de marzo

Maribel,

No me extrañaría nada. Hay relativamente muy pocos Mátković y yo soy nacido en Chile. En Chile, hoy por hoy solo me constaban dos Mátković de familia muy directa. Mi madre es de Punta Arenas, pero ella no es Mátković. Mi abuelo y mi padre vivían en Santiago. ¿Tenía hermanos Paulina? ¿Eran sus padres de Istria?

Darko

Me dice que su familia es chilena, pero que su abuelo era de Santiago, no me dice que venía de Punta Arenas. Esto me parece rarísimo. Si me hubiese dicho que no venía de Chile tal vez yo no habría insistido. En el fondo, estoy casi segura de que es hijo de un primo hermano de Anita y eso me excita terriblemente. Le envío entonces un e-mail, en el que le digo que pienso que es de la familia y en el que le cuento, con algo de detalles, quién soy, con nombres apellidos y todo. Le comento cuáles son las motivaciones que tuve para ponerme a averiguar sobre la familia; cómo, después de leer el libro Los Pioneros, mi curiosidad aumentó y todo lo que me emocioné al recibir la respuesta de mi padre con la increíble historia del naufragio, texto del que aprovecho de enviarle una copia dentro de mi carta. De verdad que estoy muy entusiasmada. Le cuento de los papeles que dejó tía Filomena, de mis recuerdos de la Nona. ¡Si ya no sé qué no le cuento! ¡Si hasta le comento de los problemas de la vista de algunos miembros de la familia!

lunes, 21 de mayo de 2007

Arbol de los descendientes de Elias

Hacer un clic en el árbol y éste se agrandará

domingo, 20 de mayo de 2007

Capítulo I. 5 Punta Arenas, Darko, Elías

Dicen que las infancias felices no dejan recuerdos, la mía sí. Mi primer recuerdo es de antes de cumplir mi primer año. Mis padres recibían por primera vez un matrimonio de italianos. Recuerdo haber estado sentada en un columpio de tela colgado en el umbral entre el living y el comedor y haber sentido la alegría de tener a mis padres y a estas visitas, de gente que hablaba raro, admirando la maravilla que era yo en esa época. Bueno, todos los niños son una maravilla, pero por entonces yo lo ignoraba. Ellos hablaban raro porque eran Italianos, venían recién llegando a Punta Arenas después de haber vivido un par de años en Argentina. En esos momentos no sabíamos que se quedarían hasta siempre en Chile y que Renata sería hasta su muerte la mejor amiga de mi madre. La voz de Renata aún canta en mis oídos.

Para las grandes ocasiones encrespaban mi pelo liso con unos fierros calientes, que me parece estar viendo todavía. Gracias a esos fierros en las fotos de mis dos primeros años, tengo mi pelo negro casi tan ondulado como el de mi hermana Sonia. Ella era rubia, hermosa y tenía unos maravillosos rulos que le llegaban hasta la mitad de la espalda.

Una vez mis padres daban una fiesta y había en una pieza una enorme montaña de abrigos. Bueno, yo era pequeña, pero era verdad que había muchos abrigos. No sé si fue en esa misma fiesta, o para otra fiesta en esa época, que viví una pésima experiencia. Debo haberme portado muy mal, la cosa es que mi madre no sabía qué hacer conmigo para que no molestara más. Tía Renata –en Chile los niños dicen tío y tía a los amigos de los padres aunque éstos no tengan ningún lazo familiar– le dio la muy mala idea, para calmarme, de sumergir cierta parte de mi cuerpo en el agua fría del lavamanos del baño. Dicho y hecho. Aún recuerdo la rabia que tuve contra mi madre por haber seguido ese cruel consejo y la vergüenza que lo haya hecho sin ni siquiera cerrar la puerta del baño. Los adultos no saben que, incluso antes de los dos años, una niña tiene su pudor. El hijo mayor de Renata estaba en el corredor y contempló desde allí esta humillante escena.

A pesar de todos mis prejuicios contra una novela escrita para rendir homenaje a la familia más rica de la Patagonia, leo cada página con fervor. Encuentro en ella todo lo que esperaba y mucho más. Descubro, me da vergüenza mi ignorancia, que en 1870 la conquista de la Patagonia no tenía nada que envidiarle a la conquista del Oeste. La ciudad de Santiago había sido fundada en 1541 por Pedro de Valdivia, en cambio, Punta Arenas, empezó a ser una ciudad solamente por 1870, antes era una colonia penal y costó mucho esfuerzo y derramar mucha sangre antes de lograr transformarla en la ciudad próspera en la que nació mi abuela Paulina en 1897.

Aunque la realidad de la colonización de Punta Arenas no sea exactamente así, en la novela de Campos Menéndez ésta comienza de manera simbólica con un naufragio de un barco inglés. Los protagonistas de la novela son los sobrevivientes que deciden quedarse en Punta Arenas. Entre ellos se encuentran personajes de diferentes países de Europa. Uno de esos personaje es un español que representa al primer Campos Menéndez en Chile. También hay un austríaco, una polaca, dos italianos, un francés, un inglés, un portugués y otros personajes diversos y variados.

¡Qué me importa que esa novela no sea exacta!, me cuenta de mi tierra, del viento y del clima de mi querida ciudad natal de Punta Arenas.

Punta Arenas fue desde un comienzo una ciudad muy cosmopolita. Las amistades de mis padres, si no venían del extranjero, eran en general descendientes directos de ingleses, franceses, italianos, croatas, etc. Algunos pocos eran descendientes de chilenos de verdad. Los extranjeros que venían se sentían muy bien y se quedaban fácilmente. En Punta Arenas nadie era extranjero. Había chilenos-chilenos, chilenos-croatas, chilenos-franceses, etc. También había muchos chilenos-ingleses.

La mejor amiga de infancia de mi madre, tía Milka, era también de origen croata. Su marido era de familia francesa y el padre del marido, que trabajaba como ingeniero, era el cónsul de Francia en Punta Arenas. El padre había descubierto en Chile las empanadas de queso y era capaz de batir todo los records inimaginables en cantidad ingerida: lograba comer cuarenta o cincuenta seguidas. Cuando el padre murió sé que su hijo siguió con el consulado, lo que no sabría decir es si comía empanadas o no.

Cuando tenía dos años nos cambiamos al quinto piso del edificio de la CORFO en pleno centro. Ese edificio está frente a la plaza. De mi dormitorio se veía el quiosco y el monumento a Hernando de Magallanes bajo el cual está la estatua del indio. Al indio hay que besarle el dedo gordo del pie para volver. Se lo besé en 1957, cuando nos fuimos a vivir al Norte, y así volví un verano en 1970. Se lo besé en 1970 y aún no he vuelto. Me cuesta hacer el viaje desde Francia a Santiago y, cuando estoy en Santiago, me falta el tiempo para viajar aún mas lejos, hasta la punta del mundo: Punta Arenas está 2.200 kilómetros más al sur. Ahora espero regresar. El pulgar del indio es como los calafates, hay que comer calafates si uno desea volver algún día.

Las escaleras y los ascensores del edificio de la CORFO eran nuestro lugar preferido para jugar. Tuve en esa época dos aventuras que me marcaron mucho. Una de ellas fue la primera vez que me atreví a saltar desde el tercer peldaño de las escaleras del quinto piso. Aún llevo la marca de los puntos que me tuvieron que hacer. La segunda aventura se la debo a mis hermanas mayores. Esa fue una aventura de verdad. La banda de los niños del edificio había descubierto una escalera de gato que daba al techo superior del edificio. Organizaron una gran expedición secreta, a escondidas de los adultos, y me llevaron con ellos, yo tenía menos de tres años. Aún me veo dentro del cuartito, en la escalera de gato, mirando el tragaluz abierto, pero había olvidado el resto de la historia. Mi hermana mayor me refrescó la memoria hace poco: entre la escalera de gato, que medía como tres metros, y el techo había un espacio de unos sesenta centímetros que había que franquear y lo hicieron llevándome en brazos. Al regresar de la expedición tuvieron algo de temor en hacer lo mismo en sentido inverso y me dejaron sola en el techo para ir a buscar ayuda. Ellos fueron castigados, Ana María aún recuerda el castiguito. Yo había olvidado el final de la historia, pero durante algo así como veinte años se me repitió una pesadilla en la que me quedaba encerrada en el techo de la CORFO. El edificio de la CORFO pasó más tarde a ser el edificio de la ENAP. Viví allí hasta el día en el que cumplí los siete años.

Nuestro departamento era grande y agradable, tenía numerosas piezas y todo tipo de comodidades. A veces lo visito mentalmente, pieza por pieza, y trato de recordar todos los detalles que puedo. Los muebles del living tenían una decoración de junco en los costados. Un día, con unas tijeras en mis manos, descubrí el placer irresistible de hacer caminitos en el junco de uno de los sillones. Algo en mí decía que mi madre no iba a apreciar mi obra, pero ¿cómo explicar a un adulto que a los cuatro o cinco años la lógica de los niños no entiende las razones de los adultos? No recuerdo si mi madre se enojó o no, supongo que sí. Lo que sí recuerdo es que gocé haciéndolo y por esa sola razón me digo que la experiencia valió la pena.

De los muchos recuerdos de esa época tengo dos recuerdos de la Nona. La Nona había venido a nuestro departamento y me impresionó muchísimo que, como no podía caminar debido a su artrosis, había que llevarla al baño. Para una niña de dos años eso marca: aún veo a mi madre y a mi abuela sujetándola para ayudarla a desplazarse. El otro recuerdo que tengo de ella es en su dormitorio, en su casa, en su cama. Su pieza era como un santuario, tenía un verdadero altar y, como no podía caminar, el cura iba a hacerle la misa a casa. La Nona murió a los 86 años en septiembre del año 1953.

Para mí la Nona era como Matusalén y la ex Yugoslavia era como un mito de la prehistoria. La Nona era la abuela de mi madre por el lado materno. Cuando emigró en 1896, emigró como austríaca. Nicolás, el padre de mi madre había llegado de un pueblo Dálmata cerca de Ston por el año 1904 y se había casado con Paulina. Mis abuelos hablaban entre ellos en croata y en castellano con sus hijos. Así podían hablar tranquilos sin que sus hijos entendiesen.

Mis abuelos tenían un almacén. Lo que más recuerdo del almacén son unas galletas que tenían un escarchado rosado o blanco por afuera y los gatos que andaban por las escaleras de afuera. A penas recuerdo a mi abuelo. Lo veo trabajando en su almacén, entreteniéndose jugando con un juego de dominó con el que hacía figuras que le divertía hacer caer. Lo veo en su cama tosiendo con su asma. Nicolás murió en 1957. En ese entonces nos habíamos trasladado a Iquique, 3.700 Km. al Norte de Punta Arenas. En 1970, cuando regresé, pude visitar el cementerio donde lo enterraron. La próxima vez que vaya buscaré la tumba de mis bisabuelos, en alguna parte deben estar.

El libro de Campos Menéndez cuenta la historia de la construcción de la ciudad de Punta Arenas, de la Plaza y de los edificios que la rodean; cuenta hasta la historia del invernadero de la casa de la Sara Braun que tanto me fascinaba. También cuenta de los naufragios terribles en las aguas de los canales y explica la emigración de los austríacos de entonces. El austríaco del barco, Adanic, no era en realidad un austríaco, era un croata de la isla de Brac. Según la novela, Adanic fue el primero, después hizo venir a unos primos y veinte años depués eran 1.500 Bracianos en Punta Arenas. Mi bisabuela, la Nona también venía de la Isla de Brac. ¡Cómo no estar emocionada!, en ese libro incluso aprendo como era la Isla de Brac en la época en que mi bisabuela vivía allá. Son temas de los que nunca escuché mencionar ni siquiera una palabra en mi familia.

La verdad es que Punta Arenas estaba lleno de croatas y quizás había más croatas que chilenos-chilenos. Cuando llegó la Nona, la ciudad tenía algo así como 4.000 habitantes, entre los cuales, casi la mitad provenía de la isla de Brac. El primero en llegar de esa isla lo hizo en 1885 y venía de Postire, se llamaba Mariano Matulić. La Nona se llamaba Francisca Mátulić y había nacido en Postire en 1871.