domingo, 3 de junio de 2007

Capítulo I.7 Punta Arenas, Darko, Elías

Darko Mátković no tarda en responder confirmando mis suposiciones. ¡Qué alegría! Lo más divertido es que parece estar tan entusiasmado como yo y que la historia del naufragio le parece excelente:

Martes, 31 de marzo

Hola María Isabel.

Maribel: ¿Somos de la misma familia entonces?

–Definitivamente sí.

Mi abuelo es José Elías Mátković Mátulić.

Por lo que yo sé, que es muy poco, Paulina se casó con Kkora. Mateo era economista. Mi madre dice que eran todos muy serios, excepto Filomena que era muy divertida. Ella conoció a Neva. José Elías se casó con Olga y tuvo dos hijos, Boris y Carlos. Carlos murió de cáncer, dejando tres hijos, José, Mirko y Colette. De éstos, yo recuerdo sólo vagamente a José. Lo que a mí me dijeron siempre es que Elías era de Istria, y que el abuelo José se había definido siempre como croata.

Maribel: Yo creo que usted podría ser hijo de un primo de mi madre.

–Efectivamente, soy hijo de Boris.

Maribel: ¿Cómo tiene la vista?, ¿cómo todos los Mátković Mátulić?, ¿cataratas, miopía, desprendimiento de retina? así eran los hermanos de mi abuela.

–El abuelo José quedo ciego de desprendimiento de retina. Boris ha tenido algunos problemas que supongo serios porque sé que fue operado. Mis hermanos y yo hemos sido, de momento, afortunados en eso y tenemos todos buena vista. La historia del naufragio es buenísima. Yo nací en 1961, y vivo en Barcelona. Realmente, yo sé muy poco de la familia, porque mis padres se divorciaron cuando tenía yo unos nueve años. Al cabo de pocos años, mi madre se trasladó a España, con sus tres hijos, Ana, Marcelo y yo mismo.

Darko

Sí, es hijo de Boris, un primo hermano de Anita, sí es nieto de José Elías Mátković Mátulić, el hermano ciego de Paulina. Cree que Paulina estaba casada con otra persona que con mi abuelo (imagino que la madre de Darko, que se casó con Boris mucho después de la muerte de mi abuelo, debe haber pensado que el dueño del almacén era un hijo de mi abuelo y no su antiguo empleado). Su madre, le ha dicho también que, salvo Filomena, que era muy divertida, todos los hermanos Mátković eran muy serios (es verdad que tío Mateo y tío José eran muy serios, pero no se debe olvidar que tío Antonio era igual o más divertido que tía Filo y que Paulina no era tan seria tampoco).

Yo estoy fascinada con la suerte increíble de haber descubierto a este primo surgido de la nada y que se interesa, tanto como yo, en entender nuestras raíces. Tengo muchos primos hermanos por la familia de mi madre, pero no creo que ninguno se interese en la historia de los bisabuelos. Ninguno, salvo probablemente mi primo Antonio que vive en Punta Arenas, pero que no tiene correo electrónico y lo conozco apenas. En todo caso esto es fantástico, Darko es hijo de un primo hermano de mi madre. Mi botella al mar no podría haber caído en mejores manos. Es una suerte increíble. Su abuelo José, el hermano de mi abuela, se fue a Santiago bastante joven. Mi madre apenas conoció a sus primos que nacieron en Santiago y que eran mucho menores que ella. Yo nunca escuché hablar de los hijos y nietos de José, y si algún día lo hice se me olvidó porque en ese tiempo no me interesaba para nada en esa rama de la familia. Al fin de cuentas es familia de verdad y somos ambos descendientes de Elías, el único sobreviviente de un remoto naufragio en los canales de la Patagonia. Además Darko es un excelente internauta y le gusta escribir. Darko ignora casi todo de su familia paterna. El divorcio de sus padres lo ha privado de conocer a la familia Mátković y su historia. Mi e-mail le llega como por encanto, siente mucha curiosidad en aprender cosas de su misteriosa familia paterna y yo puedo aportarle respuestas a muchas de sus numerosas interrogantes.

Entretanto mi padre me envía un árbol genealógico de mis familias paterna y materna, gracias al cual, empiezo por fin a entender algo sobre ellas. Este árbol interesará a Darko tanto como a mí. Le vuelvo a escribir y en mi e-mail le ruego que me dé su dirección postal para que le envíe copia del árbol que me envió mi padre y de los documentos que tengo de tía Filo. Dicho y hecho, me envía su dirección, le envío todo y recibo en un tiempo récord otro e-mail en el que me dice que lo ha recibido, que le parece fantástico (otra cosa me hubiera parecido extraña); que está estudiando los documentos que le envié y que con ellos está actualizando su árbol; que me va a enviar la parte del árbol de la familia que viene de su abuelo y que él conoce mucho mejor que yo.

De verdad no paramos de escribirnos. Le comento que, según mi hermana mayor, Elías no fue el único sobreviviente, pero que de todas maneras tengo ganas de conocer hasta el nombre del barco en el que naufragó; que le encargué a tía Eugenia, la hermana menor de mi madre, que vive en Francia y que anda de vacaciones en Chile, que me averigüe todo lo que pueda. Le prometo que le contaré todo lo que logre saber; que mientras tanto le puedo ir contando lo que sé de la familia y que no deja de ser interesante. El me hace comentarios de todo tipo. Además de compartir algunos antepasados, descubro que también compartimos cierta añoranza por Punta Arenas, en un e-mail me escribe:

De niño, estuve muchas, muchas veces en la Patagonia. Conozco Punta Arenas. Mis abuelos maternos también eran de allí... y mi madre y mis tíos, y muuuuuuuchos primos maternos.

Punta Arenas es un lugar mágico muy difícil de olvidar. En la novela Los Pioneros de Enrique Campos Menéndez, entre los protagonistas, había una pareja de ingleses. Él era médico y ella se había hecho profesora y había fundado una escuela inglesa en Punta Arenas. Eso era por 1880.

Empecé mi vida escolar en el British School de Punta Arenas. Aprendí a leer y a escribir en inglés antes de hacerlo en español. Cantábamos rondas infantiles en inglés, todo era en inglés. El British School era un colegio que nos gustaba mucho a mis hermanas y a mí. Había una sala enorme con un hermoso piso de madera en la que nos quedábamos durante los recreos cuando el tiempo estaba malo. El tiempo estaba raramente bueno. Cuando el tiempo lo permitía jugábamos en el exterior. En los días de nieve, y a la salida del colegio, nos esperaban las pelotas de nieve lanzadas hacia nosotros por los niños de una escuela pública vecina.

Cuando caminábamos las pocas cuadras que separaban el edificio de la CORFO del British School había que tener cuidado con el viento. Punta Arenas más que la ciudad del frío o de la nieve es la ciudad del viento. El viento en la esquina de la CORFO era famoso por la fuerza que tenía. La vereda estaba hecha con unas baldosas amarillas en las que la gente se resbalaba fácilmente. Había que sujetarse para no caerse. Mi madre me ha contado muchas veces del miedo que tuvo una vez al entrar en el dormitorio de la esquina, donde yo dormía, al ver que el viento había abierto la ventana sobre mi cama y que el temporal sacudía mis sábanas y frazadas. Como yo ya no estaba dentro de su cuerpo su miedo no me afectó. Amo al viento, es como el alma de mi Punta Arenas. También hacía frío. Antes de salir de casa había que abrigarse. Aún recuerdo los guantes y el gorro de lana, las polainas y el chaleco de chiporro sin mangas por encima del vestido y por debajo del grueso abrigo.

Una de las buenas diversiones en invierno era ir a patinar a la laguna. En esa época yo aún no estaba en edad de patinar como lo hacían mis hermanas, pero no me aburría. Anita cumplía a la perfección sus deberes de madre: no sólo sabía esquiar lo suficiente como para haber entusiasmado a mi padre de seguirla por más de cincuenta años, sabía patinar perfectamente y tirar un trineo sobre el hielo. Me entretenía mucho sentada arriba del trineo junto al hijo de la tía Milka que tenía mi edad, mi madre patinando, tirando nuestro trineo y riéndose con Milka.

Los croatas de Punta Arenas soñaban con el calor y la playa. Eso se puede comprender sin esfuerzo. Las vacaciones de verano nos tomábamos el avión y nos íbamos a asolear a la región central, a Las Vertientes o a las playas de El Tabo o de El Quisco. De paso aprovechábamos para visitar a los los tíos-tíos, a las tías-tías y a conocer así un poco a los primos hermanos paternos y maternos.

1 comentario:

Beatrice dijo...

He leído el blog completo y me ha inundado la nostalgia.
Soy hija y nieta de inmigrantes españoles por línea materna y paterna. Nací en la Tierra del Fuego, pero me crié y viví hasta los 18 en Punta Arenas. Tengo recuerdos similares y me encanta saber de mis orígenes y las causas que trajeron a pueblos completos de Europa a esas soledades del sur.
Felicitaciones por el libro y por este blog.
Beatriz