sábado, 15 de diciembre de 2007

Capítulo II.2 Encuentro en el Ciberespacio

Mi carta a Antonio hace reaccionar a Darko. En mi carta yo hablaba de mis apellidos de soltera, que nadie conoce en Francia. Decía que a ninguno de mis conocidos franceses se les pasaría por la mente la idea que no llevo ni una gota de sangre española en mis venas. Darko me explica lo que es ser descendiente de croatas en España. Su vivencia es muy diferente de la mía y lo que dice no deja de ser interesante:

A este respecto, en cambio, a mí en España, me ocurrió en sentido contrario. La existencia de nombres y apellidos no españoles es relativamente escasa. En Chile es muy superior. Desde el mismo momento de llegar hasta hoy en día siempre he sido asociado con familia “rusa”, “yugoslava” o, más recientemente, croata. Incluso para gente que me conoce desde hace diez o más años, no represento un chileno emigrado, o un latinoamericano más, hechos que yo no oculto, ni tampoco descendiente de una rama de españoles, sino un “yugoslavo” que habla catalán.

En los últimos años, muchísimas veces me han preguntado por si tenía noticias de mi familia durante las guerras yugoslavas. No lo sé, pero seguramente mi caso a este respecto ha sido más exagerado que en el caso de mis hermanos, al llevar yo también un nombre absolutamente inusual por estas tierras, al contrario que ellos, lo cual ha llevado muchísimas veces hacia el apellido.

Durante los años de universidad coincidí con uno de los poquísimos “yugoslavos” de Barcelona, llamado Danilo, nacido en Venezuela, hijo directo de croatas de primera generación, con familia emigrada también en Canadá. Su padre iba y venía del Canadá, y en estos últimos años también de Croacia. Aunque mi madre nos había transmitido que el abuelo José era descendiente de croatas, fue realmente Danilo quien me hizo ser consciente de esta ascendencia y acentuar mi sentimiento croata.

Me refiero a que, en este sentido, el entorno fue precisamente el que me consideró con unas diferencias más acentuadas que las que yo nunca sentí en Chile. No pocas veces he oído yo eso de “que bien que habla usted el castellano”, para ser “yugoslavo”, claro está.

Antes de las guerras yugoslavas, viajé con mi esposa a Dalmacia. Fuimos en auto, pues yo quería recorrer la zona sin limitaciones de transporte. Estuvimos en Istria, que no sé aún qué papel desempeña en esta historia, si es que desempeña alguno, pues mi madre insiste en que el abuelo José se refería a Istria como lugar de origen de los Mátković. Recorrimos la costa. Estuvimos en la isla de Hvar. Pero dos son los hechos que yo querría destacar ahora. Con el poco croata que aprendí de pequeño y con mi nombre, en más de un sitio nos trataban con cierta deferencia, al dejarnos pasar la noche en hoteles completos por ejemplo, a pesar de su insistencia en hablar croata y mi incapacidad absoluta de mantener una conversación. La sensación que yo le comentaba a mi esposa entonces era la de que me consideraban como descendiente de tantos croatas emigrados.

El segundo hecho es que el objetivo segundo del viaje era llegar hasta Dubrovnik, cosa que hicimos. Pero una vez allí, lo cierto es que continuamos aún un poco más allá ¿por qué motivo? ninguno en especial. Sin saber exactamente donde íbamos, llegamos hasta un sitio que nos impresionó y que luego hemos recordado muchas veces: la bahía de Kotor, o Boka Kotorska, o Boca di Cataro. Llegamos hasta Kotor, último punto de un viaje en busca de un pasado incierto.

Darko.

Aparentemente no sólo a mí me suceden cosas curiosas. Elías nació en la región de Boka Kotoroska y, en esa época, Darko no lo sabía...

Los últimos intercambios con Darko y Claudette han afirmado nuestra amistad. El trío ha sobrevivido a una tormenta de emociones y ahora estamos mucho más serenos. Aprovechamos este clima para pasar a otra etapa de nuestra comunicación. Darko comienza los intercambios de fotos. Nos envía, para comenzar, una foto de las raras que tiene de niño, es su primera foto. En la foto Darko debe tener apenas un mes y está en brazos de su padre. Yo veo con alegría la foto que nos envía, en cambio Claudette se queda con las ganas ¡Pobre prima!:

Yo no puedo verla!!!! Mi computadora me muestra un mensaje que dice: “Archivo desconocido”, y luego se desconecta... Plop!!!!

Es muy curioso esto de estar viviendo tantas emociones y diversiones a través de una fría pantalla. ¿Cómo explicar en torno mío hasta qué punto todo el resto ha pasado a un segundo plano? Darko nos envía fotos suyas de niño con sus hermanos. Claudette se prepara a hacerlo. Yo me preparo a enviarles por correo normal copias de lo que tengo... me hace falta un escáner. Claudette nos sorprende diciendo que es nada menos que Pedro quien la ayuda con su escáner a digitalizar las fotos que nos va enviar. Nadie sabe si Pedro sabe ahora que tiene tres hermanos en España. Parece que algo sospecha, pero él no dice nada, sólo observa y Claudette respeta su silencio como algo sagrado. Yo pienso, que sin una palabra, Pedro está jugando con nosotros.

Darko dice que no puede enviar muchas fotos porque su madre las quemó casi todas. Nos cuenta que recuerda una noche en la casa de Las Condes, donde vivían en Santiago. Su madre encendió una fogata en el patio, y empezó a quemar cartas y fotos. Que en definitiva, se salvó muy poca cosa. Un álbum de antes de que él naciese, y una caja de diapositivas. Nos dice que veinte años después apareció la caja de diapositivas y el álbum, como señales de un rastro lejano de un pasado que seguramente existió. Que él conserva la caja de diapositivas y que piensa que su hermana mayor conserva el álbum.

¡No! No voy a caer otra vez en el estilo de telenovela llorando por las fotos quemadas. Para Darko no parece ser un drama, entonces, ¿para qué hacer yo un drama de ello? Ahora entiendo mejor por qué Darko está tan feliz con todas las fotos que podamos enviarle y por qué insiste tanto en pedirle a Claudette la foto prometida en la que aparece Elías con la familia.

Por fin, a mediados del mes de julio, Claudette nos envía una foto de los bisabuelos. No es la foto prometida, es otra en la que los bisabuelos están solos sin los hijos. Siento una profunda emoción al ver por fin aparecer en la pantalla la imagen de Elías y de la Nona. Es una foto muy hermosa. Elías sigue presente en mi espíritu, es nuestro hilo conductor, y su imagen nos recuerda que debemos continuar buscando su huella. Estoy contenta de haber enviado ya mi carta a Antonio, estoy impaciente de que la reciba.

Yo también deseo participar, presentarles mi familia, enviarles las fotos de los Mátković que tengo. El fin de semana corro a comprar un escáner y envío a mis primos muchas fotos. Hace años que no me divertía de esta manera. Digitalizo todas las que encuentro que puedan interesarles, entre las cuales unas fotos en que aparece la Nona, la Paulina, mi madre, mis dos hermanas y yo. También les envío documentos de Filo. Envío a Darko todas las fotos que encuentro donde sale algún Mátković. Claudette al mismo tiempo envía todo lo que puede. Darko es el que está más feliz de todos y lo dice:

Domingo 19 de julio

Claudette y Maribel.

Claudette, ¡vaya andanada de fotos!

Sin quitar importancia al resto, la de los bisabuelos es impactante. Se la he enseñado a mi hermano Marcelo, y ha dicho ¡vaya!, lo cual en su caso es una muestra de interés y casi diría de emoción superlativa.

Las madres de ambas están guapísimas.

Claudette, he enseñado las fotos en que apareces tú. Han provocado un cierto impacto, porque la opinión generalizada es que tú y tu prima Ana sois muy parecidas.

Sin comentar nada, mi esposa vio la foto (más reciente) y dijo:

–¡Ooooohhhh! ¡si es como Ani! Y añadió: –Muéstrasela a tu madre.

Así lo hice y dijo:

–¡OOOOOhhhhh!, pero si se parece mucho a Ani!! ¡La sonrisa no!, pero el resto... si la miras un poco de lejos... podría pasar por ella.

Como yo me reconozco muy mal fisonomista, es de suponer que los demás están en lo cierto. Dicen que la sonrisa es diferente.

Tus hijos Claudette, muy guapos también. Más enhorabuena.

Maribel, me encanta la foto de la Nona con las bisnietas.

Darko

Después de haber enviado cuanta foto tengo, le escribo a Darko diciéndole que lo dejaré tranquilo (esto de intercambiar fotos así es entretenido, pero cada foto enviada o recibida toma cierto tiempo). Que no lo molestaré más. Darko me dice que, al contrario, está feliz y que le puedo enviar todo lo que se me ocurra. Que recuerde que, aparte de sus dos hermanos en Barcelona y de su sobrino, la única imagen de un Mátković-Mátulić que había visto en casi treinta años, fue una única fotografía: la de su medio hermano Pedro.

En una de sus cartas Darko observa: “Creo que los tres estábamos conectados en el mismo momento hace pocos minutos. Según la hora de mi servidor, que las unifica a hora española, Maribel envió a las 17.19, y Claudette a las 17.27 ya había contestado. A esa hora, yo estaba conectado intentando modificar cosas del servidor”. La verdad es que durante los dos meses que siguieron a la aparición de Claudette practicamos una comunicación intensa, casi ininterrumpida, y logramos ir muy lejos en nuestra relación. Ahora podemos decir que nos conocemos mucho mejor. Tenemos una imagen bastante completa de cada uno, hasta con fotos de cada uno y de los seres que nos rodean. Al mismo tiempo esta comunicación exige mucho y debo reconocer que, además de la alegría y de todas las emociones, compartimos cierto estrés. Estoy muy cansada y Claudette parece estarlo aún más. No hay que olvidar que los tres trabajamos y que tenemos obligaciones que exigen mucho de nosotros. Por suerte es la época de dejar todo y de partir de vacaciones de verano. Además, con un poco de suerte, lograré ir a Barcelona a conocer a mis primos, sería fantástico.

La familia de mi padre vivía en Santiago. En Punta Arenas, en la familia de mi madre, decían que mi padre era ruso. Mi padre había nacido y vivido en Santiago y era mucho más chileno que todos los croatas de Punta Arenas juntos. Conocía, apreciaba y añoraba la cocina popular chilena. ¡Y qué van a saber en Punta Arenas entre tanto croata, francés, inglés y otros, lo que es un pebre y de cuánto hay que tenga gusto a cebolla, a ají y a las otras cosas que le dan sabor y picante a la olla! En Punta Arenas, ni en mi casa, ni en casa de los amigos de mi familia se comía comida chilena. Comían sí unas centollas maravillosas, los mejores mariscos y salmones del mundo, chiporritos y todo tipo de parrilladas. Mi abuelo cocinaba el bacalao, por allí tengo su receta. Recuerdo también el gusto del aceite de oliva que venía de no sé dónde y de lo maravilloso que era poner un poco de aceite en un plato, sal, tomar un pedazo de pan, ponerlo sobre el plato y comérselo. Creo que fue mi abuelo quién me enseñó a hacerlo así. Más tarde probé hacer lo mismo y no me resultaba. Comprendí mi error en Francia el día en que redescubrí el aceite de oliva. (Hace poco vi que en Mallorca eso se hace y lleva un nombre que he olvidado.) El aceite de oliva venía en los barcos europeos que pasaban por Punta Arenas trayendo todo tipo de productos. Con ese clima y la distancia, era difícil tener buena fruta fresca, en esa época los transportes por avión salían muy caros. No recuerdo haber sufrido por falta de nada. Sí, debido al poco sol que teníamos, había que tragar unas cucharadas espantosas de aceite de hígado de bacalao.

Cuando nací, mi padre estaba feliz de tener otra hija y creo haber hecho todo lo posible para que siga feliz de tenerme. El trabajaba en la búsqueda de petróleo. Todos sus colegas y amigos de entonces eran nuestros tíos.

Su trabajo lo llevaba a recorrer la Patagonia chilena haciendo largos viajes por tierras inexploradas y navegando por las peligrosas aguas australes. Mi padre conocía y amaba esa tierra como nadie. Siempre ha amado la naturaleza con una fuerza y convicción poco comunes. Fue ecologista antes de que la palabra existiera, denunciando los estragos que hacía el hombre al ir destruyendo sin precaución los bosques nativos de la zona. Todo eso está escrito. Ha escrito muchas cosas científicas y no científicas. Entre sus escritos de esa época hizo un diario que fue parcialmente publicado. Bueno, yo no sabía todo eso, pero igual lo quería. Ahora que va a tener ochenta años ha descubierto la naturaleza en las sorprendentes figuras matemáticas generadas por el cálculo de fractales. Su pasión es tan grande que los programa, les saca fotos, publica y da conferencias sobre ellos. Papá nos llevaba a menudo de paseo. Nuestros paseos eran por tierra, nunca fuimos a Tierra del Fuego ni navegamos por los canales.

A veces partíamos de vacaciones, por un par de semanas, a Tres Pasos, un lugar en el campo un poco al norte de Puerto Natales, camino al Paine. Íbamos en grupo con las familias de los amigos de mis padres y lo pasábamos maravillosamente bien. Alojábamos en una enorme casa de huéspedes de madera (por lo de enorme seamos prudentes, era al menos enorme para mis cuatro o cinco años). Tengo muchos recuerdos de Tres Pasos, pero el que nunca olvidaré es el de las ovejas. Hay que saber que en Magallanes hay miles y miles de ovejas y que éstas hicieron la fortuna de los Campos Menéndez y de unos cuantos más. A menudo en los caminos había que detenerse o pasar muy despacio al medio de las ovejas. Lo importante es que en Tres Pasos había ovejas. Entre los corderitos había algunos que habían perdido a sus madres y había que arreglárselas para alimentarlos. Una vez nos confiaron a mis hermanas y a mí la alimentación de tres de ellos. Mis hermanas tuvieron cada una un corderito blanco y una mamadera para alimentarlos. A mí me tocó el único corderito negro. El más hermoso de todos. Yo estuve feliz del gran privilegio que me tocaba. Lo que nadie había previsto fue que mi ovejita negra, que era mucho más pequeña que la otras, tendría tanto miedo, que nunca me dejaría acercarme a ella. Miraba con mucha pena y cierta envidia que las ovejas blancas dejaban que mis hermanas se les acercaran y que les hicieran todo lo que ellas querían. Aún no me consuelo completamente de la pena que tuve.

Siguiendo con las ovejas hay que saber que en Punta Arenas hay un famoso monumento al ovejero. A los niños de entonces, como seguramente a los de hoy, nos encantaba encaramarnos arriba de las ovejas de ese monumento. En enero de 1957 dejamos las ovejas y el frío y nos fuimos a vivir a Iquique, en el otro extremo de Chile.

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